miércoles, 12 de junio de 2019

La desaparición de CRISTINA BERGUA
Clasificación: Crimen sin resolver
Características: Desaparición forzada - El suceso acaeció después de que la víctima acudiera a una cita con su novio, Javier Román, de 26 años, quien se convirtió en el sospechoso principal de la investigación
Número de víctimas: 1
Fecha del crimen: 9 de marzo de 1997
Perfil de la víctima: Cristina Bergua Vera, de 16 años
Lugar: Cornellà de Llobregat, Barcelona, España
Estado: El cuerpo de la joven continúa en paradero desconocido.







La policía busca en el vertedero del Garraf a la joven de Cornellà desaparecida
Manel Torres – El País

23 de abril de 1998

La familia de Cristina Bergua Vera, la joven de Cornellà que desapareció hace 13 meses sin dejar rastro, vive desde ayer con el corazón en un puño esperando un desenlace fatal. Los padres de la joven conocieron por los medios de comunicación que la policía está inspeccionando el vertedero del Garraf desde hace unos días ante la posibilidad de que el cuerpo de su hija se encuentre sepultado entre las toneladas de residuos que se acumulan en el basurero metropolitano.

La llamada de una emisora de radio a primera hora de la mañana de ayer, después de que La Vanguardia adelantara la noticia de la búsqueda de la joven en el vertedero, sorprendió a los padres de Cristina, que cuando desapareció tenía con 16 años. La posibilidad de encontrar muerta a su hija era una hipótesis que los padres de la joven se habían acostumbrado a tener en cuenta. «Siempre he tenido en la mente que mi hija no había marchado voluntariamente de casa», aseguró el padre, Juan Manuel Bergua.

La juez que instruye el caso, María Sanahuja, ordenó el registro del vertedero del Garraf después de que otras actuaciones, como el rastreo de los colectores de Cornellà y el peinado de las márgenes del río Llobregat, no dieran resultado.

El registro del vertedero es sumamente complejo. En el Garraf se depositan diariamente cerca de tres millones de kilos de basura procedente de Barcelona y los municipios de su área metropolitana: algo más de un millón de toneladas han ido a parar al vertedero desde la desaparición de la joven.

La zona que está siendo registrada ocupa 100 metros cuadrados y es aquella en la que se fue depositando la basura en los días posteriores a la desaparición de Cristina Bergua. Esto es posible porque el Ayuntamiento de Barcelona, propietario de la instalación, dispone de unos mapas que reflejan las fechas de depósito de basuras en cada lugar.

La actuación es delicada, además, porque los gases que produce la fermentación de la basura son muy tóxicos y afectan a los operarios que criban los residuos.

La actuación policial vuelve a situar al novio de Cristina, Javier Román, de 26 años, en el centro de todas las miradas. Pese a que Román ha sido interrogado en varias ocasiones y ha incurrido en contradicción, nadie ha podido señalarle como responsable de la desaparición.

La familia de Cristina nunca ha llegado a acusarle, pero sí ha mostrado su enojo por la reacción del joven, que desde el primer día se apartó de la tarea de buscar a la muchacha. Para la policía, sigue siendo el principal sospechoso.

Román, que fue la última persona que vio a Cristina antes de su desaparición, aseguró que ésta se despidió de él alegando que iba a cenar con unos familiares. Los padres de la joven han negado la existencia de la cita y algunas de sus amigas han asegurado que aquel día la chica tenía intención de romper con Román. A las nueve de la noche se separaron en una zona de ocio. El calendario marcaba el 9 de marzo de 1997 y para su familia el tiempo se detuvo en esa fecha.

Un juez reanuda con los Mossos la búsqueda de Cristina Bergua
Albert Bertran – Elperiodico.com

28 de enero de 2008

Un juez de Cornellà ha reabierto la investigación sobre la desaparición de la joven Cristina Bergua y ha encargado el caso a los Mossos d’Esquadra. La recién creada unidad central de desaparecidos ha asumido la búsqueda de la joven, que se esfumó el 9 de marzo de 1997, después de pasar la tarde con el que pronto hará 11 años era su novio.

A Luisa y a Juan, los padres de Cristina, ya pocas cosas le devuelven la sonrisa, pero nunca han perdido una esperanza que estos días anda renovada. En los últimos años, el padre no ha dejado de enviar escritos al juzgado de Cornellà solicitando una reapertura de la investigación, pidiendo que el caso no muriera en el olvido hasta que ellos no sepan, porque lo necesitan para poder empezar a descansar, qué ha pasado con Cristina. Los argumentos que Juan ha ido dando a los jueces han sido varios. El último fue que se volviera a tomar declaración a las amigas de Cristina, ya que hace 11 años eran menores de edad y quizá no contaron todo lo que sabían por temor o porque fueron presionadas.

Finalmente, el pasado diciembre un juez reabrió el caso, que llevaba varios años sobreseído de forma provisional, y encargó a los Mossos d’Esquadra hacerse con la investigación. Juan, el padre de Cristina, se enteró de las novedades sobre la caso de su hija el miércoles pasado durante una reunión que mantuvo en el complejo policial que los Mossos tienen en Sabadell a la que asistió junto a Manuel Jaime Lorente, como representantes de Inter-Sos, la agrupación de familiares de desaparecidos.

Una inspectora al mando
La cita sirvió para que los mandos de la División de Investigación Criminal presentaran a la asociación la nueva unidad policial que dirigirá la inspectora Marta Fernández. «Salí muy contento. Primero, porque la creación de esta unidad policial es una vieja reivindicación de los familiares que, por fin, se materializa. Segundo, por la seguridad, las ganas y la confianza que nos transmitieron los Mossos y, por supuesto, por la alegría de saber que revisarán el caso de Cristina», explicó ayer el padre.

El afán de los padres de Cristina, que durante estos 10 largos años se han desvivido para que la búsqueda no cesara y para que la fotografía de su hija se clavara en la memoria de todo el mundo, proporcionó a este caso mucha cercanía con la gente.



Los que la buscaron entonces se implicaron de una manera muy especial, como siempre han reconocido los padres. La entonces titular del juzgado número 3 Cornellà, actual decana de los juzgados de Barcelona, Maria Sanahuja, dirigió la investigación que realizó el Cuerpo Nacional de Policía (CNP) y suya fue la decisión de inspeccionar el vertedero del Garraf en busca del cadáver de la joven. El recuerdo del caso emocionó visiblemente ayer a la decana, que felicitó al juez por su decisión reabriendo el caso: «Ojalá los Mossos encuentren ahora algo que nosotros no supimos ver, ojalá».

Adivinos y un vertedero
Elperiodico.com

28 de enero de 2008

El novio
Javier Román, de 26 años, era novio de Cristina desde hacía tres, cuando desapareció. Al parecer, él fue la última persona en verla. Las amigas de la joven explicaron que Cristina estaba muy agobiada y quería dejar la relación. El 9 de marzo de 1997, domingo, la pareja pasó la tarde en casa del joven y él aseguró que la acompañó hasta un semáforo porque ella tenía una cena familiar y no la vio mal.

Román siempre estuvo en el punto de mira de los investigadores. Incurrió en ligeras contradicciones en sus declaraciones, pero no las suficientes para imputarlo. Incluso en una ocasión acudió a un plató de televisión, donde se comportó frío y seguro. La policía analizó lo que leía, las películas y programas que veía y escuchó con estupefacción cómo hablaba con una amiga sobre cadáveres. Pero nunca pudieron detenerlo.

El vertedero
Casi un año después de la desaparición, la entonces titular del juzgado número 3 de Cornellà, Maria Sanahuja, decidió registrar el vertedero del Garraf en busca de Cristina. La decisión se concretó tras recibir un anónimo en el que se recomendaba mirar en las basuras. En Garraf se depositaban diariamente dos millones y medio de kilos de basura. El registro duró tres meses, pero fue imposible llegar hasta el tramo concreto en el que estaban las basuras de aquella semana procedentes de Cornellà.

Los videntes
Desde entonces, la familia Bergua se gastó dinero, mucho dinero, en videntes, adivinos y detectives que no llegaron a nada. Un vidente, incluso, aseguró haber encontrado los huesos de la joven.

Dos rastros paralelos que se pierden en la basura
Eva Belmonte – Elmundo.es

18 de marzo de 2009

Los paralelismos son evidentes, hasta para el padre de Cristina Bergua, desaparecida hace 12 años en Cornellà de Llobregat. Y más ahora que, como en el caso de Cristina, la búsqueda del cuerpo de Marta del Castillo se concentra en los vertederos de Sevilla y olvida el cauce del Guadalquivir, peinado por la policía durante semanas.

La historia de Cristina Bergua empieza el 9 de marzo de 1997, cuando salió con sus amigos y, de vuelta a casa, se perdió su rastro. Su entonces novio, que declaró durante la investigación haberla acompañado hasta la mitad del camino, fue la última persona que la vio. Estaba a punto de cumplir 17 años, los mismos que tiene Marta del Castillo.


Tras recibir una llamada anónima, que alertaba de la posibilidad de que el cuerpo de Cristina estuviera en un contenedor, las miradas de los investigadores se dirigieron al vertedero del Garraf, donde van a parar los residuos de diversas poblaciones de la zona. «Nososotros [Nosotros] no sabíamos ni que la buscaban en el vertedero», relata el padre de Cristina doce años después, «porque el caso estuvo casi un año bajo secreto de sumario».

La primera búsqueda de Cristina en el vertedero duró 30 días, explica, hasta que unos problemas con la empresa que gestionaba los residuos la pararon. Más tarde se reanudó y volvieron a trabajar otro mes. Esos retrasos en la búsqueda hacen dudar a Juan, que cree que el cuerpo podría haber estado allí pese a que la policía no encontró ninguna pista.

«Me he acordado mucho estos días de mi hija, sobre todo desde que se sabe que el cuerpo de Marta podría haber sido arrojado a un contenedor», admite Juan Bergua, que también encuentra diferencias entre ambos casos: «Unos ocho policías voluntarios se sumaron a la búsqueda de Cristina entonces, ahora con Marta son más de 200».

La investigación de la desaparición de Cristina Bergua se cerró en 1999, poco después de que la joven cumpliera la mayoría de edad y el caso cambiara de juzgado. Pese a que en enero de 2008 Juan Bergua fue invitado a la presentación de la Unidad Central de Desaparecidos de los Mossos d’Esquadra, asegura que la investigación «nunca se reanudó».

Tras enviar cartas a jueces, realizar actos de protesta y reclamar por activa y por pasiva que se abriera el caso de su hija, la respuesta de la justicia fue, tal y como lo relata Juan: «Se buscó durante dos años. Se hizo un buen trabajo. Si encontramos nuevas pistas reabriremos el caso». «Pero, si los Mossos no investigan, no encontrarán nuevas pistas», responde Juan.

Cristina Bergua, un trauma que no se cierra
Crimenycriminologo.com

22 de marzo de 2012

La familia Bergua Vera lleva ya más de 15 años luchando cada día como si fuese el primero para conseguir saber qué ocurrió con su hija. Luchando por lograr que la desaparición de Cristina no caiga en el olvido. Recordando cada día como Cristina Bergua desapareció en Cornellá de Llobregat (Barcelona) un día, que con el paso del tiempo ha acabado por convertirse en el día nacional de los desaparecidos sin causa aparente, un domingo, el 9 de marzo de 1997.

Cristina salió por la tarde de su casa para encontrarse con su novio, Javier Román, de 26 años de edad. A las nueve de la noche, Cristina decidió volver a su casa y su pareja la acompañó hasta la mitad del camino, despidiéndose de ella en un semáforo en la carretera que va de Esplugues a Cornellà. La joven nunca llegaría a su destino. Cristina desaparecería sin dejar rastro y desde entonces su familia comenzaría una búsqueda incansable que aún hoy continúa.

Pocos meses después de la desaparición, una llamada anónima indicaba que el cuerpo de la joven podía estar en un contenedor, por lo que se inició el registro e inspección del vertedero del Garraf, donde se depositan diariamente dos millones y medio de kilos de basura procedentes de Barcelona y su área metropolitana. Los investigadores no encontraron allí ninguna pista o vestigio de Cristina.

La investigación de Cristina Bergua se cerraría en 1999 y el caso cambiara de juzgado. En 2008 un juez de Cornellà autorizó a reabrir el caso en vista de los nuevos avances técnicos y se le encargó la labor a la unidad central de desaparecidos de los Mossos d’Esquadra. Sin embargo, realmente la investigación «nunca se reanudó», según indicó por aquel entonces el padre de la menor a algunos medios.

Los medios de comunicación han comentado mucho las similitudes entre la desaparición de Cristina y el trágico suceso de Marta del Castillo. Una vez más, ante una desaparición, las dudas nos invaden ¿Quién realizó la llamada anónima indicando que el cuerpo de Cristina podría estar en un contenedor?, ¿Por qué su novio no la llevó hasta la puerta de su casa?, ¿Se investigó a fondo a su novio?, ya que la prensa indicaba que para la policía era el principal sospechoso y más aún teniendo en cuenta que las amigas de Cristina desvelaban que tenía previsto romper con él aquel lejano 9 de marzo de 1997.

Una nueva desaparición sin resolver pasa por este rincón de los desaparecidos. Nuevas preguntas sin respuestas. Nueva investigación cerrada a la espera de nuevas pistas que nunca llegan. Una nueva desaparecida que no pertenece al mundo de los vivos ni de los muertos. Otra familia que está condenada a debatirse entre la esperanza de que algún día aparezca su querida Cristina y la desesperanza más honda. «Un trauma que no se cierra», tal y como dijo la psicóloga Flor Bellver a la prensa.

Luisa Vera: «Las familias se quedan deshechas, rotas, y las casas, vacías, esperando»
Arantza Rodríguez – Deia.com

17 de octubre de 2014

«Yaya, ¿la has encontrado?», le pregunta su nieta si algún día va a la tele. Qué más quisiera Luisa, tras 17 años sin saber de su hija, pero por más que duela, la respuesta sigue siendo que no.

Desde que su hija, Cristina Bergua, desapareció en Barcelona a los 16 años, su madre, Luisa Vera, vive -porque no le queda otra- con el corazón encogido. «El día a día es muy difícil, pero que muy, muy difícil», recalca. Y eso que han pasado ya 17 años. Fundadora y secretaria de la Asociación de familiares de personas desaparecidas sin causa aparente, Inter-SOS, relata la angustiosa espera en la que quedan atrapados los padres.

¿La desaparición de un hijo es más difícil de superar que su muerte?

-Si es una muerte, ya sabes lo que ha pasado y a dónde ir a poner flores, pero una desaparición no se cierra nunca. Pienso que es peor por la incertidumbre del no saber.

Con el paso de los años, ¿aprende uno a convivir con ello?

-Es como el primer día. Siempre estás pensando qué pudo pasar. No se te va de la cabeza. Da igual que hayan pasado ocho meses que ocho años. Es un sinvivir. Lo que pasa es que tienes que seguir viviendo, no te queda otro remedio.

¿Cómo se afrontan los primeros momentos tras la desaparición?

-Los primeros momentos no piensas que se pueda quedar un caso sin resolver tantos años, piensas que en dos o tres meses sabrás lo que sea, después dices: Ya mismo me dirán algo. Eso te va tirando para adelante, esperando la noticia…

Y cuando la noticia no llega ¿quedan sumidos en una depresión?



-Depresión, impotencia… Te quedas vacío, haces las cosas por inercia, por obligación, no porque tengas ganas. Las familias se quedan rotas, deshechas, y las casas se quedan vacías, esperando. Es como una ruleta que abarca a todos: padres, hermanos… En mi caso, aquí no hay santos ni navidad. No te apetece estar con la gente porque, para empezar a llorar y poner mal a los demás, prefieres quedarte en casa sola y que pasen los días.

¿La angustia no se mitiga?

-Nos preguntamos cómo el cuerpo aguanta tantas cosas. Se te pone el corazón encogido y no hay manera de poder respirar tranquilo.

¿Nunca pierden la esperanza?

-Muchas veces piensas: Me moriré y no sabré qué ha pasado con mi hija. Luego tienes como una fuerza y piensas: Igual algún día sí que lo averiguo, pero no porque te lo creas.

¿Se autoengañan para sobrevivir?

-Claro. La esperanza es lo último que se pierde, pero porque tú te agarras a un clavo ardiendo y tiras para adelante. Pero es muy difícil.

¿Tiene más hijos?

-Uno, y dos nietos, que hablan de su tía, porque aquí no es un tema tabú. Mi nieta habla: la tita aquí o allí, voy a la habitación de la tita…

¿La mantiene tal y como la dejó?

-He hecho un sitio en el armario para la ropa de mi nieta, pero la habitación está igual. Mi hija, con 16 años, ahora ya es una mujer, y aún tengo sus muñecas allí puestas. Pero no como un altar o un relicario, sino para que vea, si un día tuviéramos esa suerte, que todos la estamos esperando.

Habla de ella en presente.

-Mientras no me demuestren que está muerta, también puedo pensar que está viva, porque a mí también me interesa pensar eso.

Desde que su hija desapareció han cambiado mucho las cosas.

-Cuando empezamos a reunirnos y a ir al Parlamento, se quedaban los políticos con la boca abierta. Ahora ya saben que hay este problema y que pasa en todos los sitios y clases sociales. Salen y nunca más sabes qué ha podido pasar.

¿Se suelen resolver estos casos?

-Como son desapariciones sin motivo aparente, los que se han encontrado han sido fallecidos, aparte de dos o tres, que han dado señales de vida. También hay personas mayores que se han desorientado, se han sentado en algún sitio, ha ido creciendo la hierba y se han encontrado al cabo de ocho o diez años.

En el Estado hay decenas de cadáveres sin identificar.

-Con esto de que no hay dinero, cada vez hay más. Podían intentar hacer, aunque sea con los estudiantes que acaban la carrera, unas prácticas supervisadas por los forenses para ver si esto se mueve. Es un trabajo pendiente que la Policía tiene que intentar hacer.

A veces son los padres los que tratan de buscar nuevas pistas para impulsar la investigación.

-Para las familias nunca es bastante. La Policía hace su trabajo y, cuando ya no tiene pistas, para. La familia hace de todo. Nosotros contratamos a un detective, pero al final tienes que dejarlo porque hace lo mismo que la Policía y te cobra muchísimo. Como no sea una familia muy pudiente, es muy difícil.

Cuando se da por cerrado el caso, poco pueden hacer ¿no?

-Poca cosa. Si escuchas algún comentario o alguien llama, vas y te lo miran, pero si en los primeros meses no hay algo, después ya es muy difícil poder saber.

¿De qué manera ayudan las muestras de apoyo de la ciudadanía?

-La familia se siente más reconfortada. Ves que la gente está contigo y también quiere saber lo que ha pasado. La gente es solidaria. Lo que pasa es que son casos muy difíciles, pero para la familia está muy bien que en el pueblo les apoyen.

¿Qué aconsejaría hacer a los padres de otros desaparecidos?

-Hacer lo que sea menos estarse quieto porque entonces parece como si no te importara. Las familias tienen que intentar que el caso no se olvide. Hay que seguir luchando para saber qué ha pasado con tu hijo, para bien o para mal.

Carta de los padres de Cristina Bergua
Luisa Vera Martínez – Elfar.cat

9 de marzo de 2015

«¿Pitu, vas a salir?» «Si mamá, ahora me ducho y me marcharé». «Papá y yo nos vamos a dar un paseo». «Adiós cariño, nos vemos luego».

Éstas fueron las ultimas palabras que mantuve con mi hija y también la última vez que la vimos. Han pasado 6.574 días. 18 años… 18 años de impotencia, de angustia… 18 años sin saber nada de nuestra hija. Muchas personas nos preguntan cómo se puede vivir tantísimos años sin saber nada de su paradero. La verdad, no tenemos respuestas, sólo se vive.

La incertidumbre es muchísimo peor que la muerte. Cuando tienes un hermano, hijo o padre que se muere sabes donde ir a ponerle flores. Nosotros llevamos 18 años buscando a nuestra hija y no sabemos si desde el primer día nos la asesinaron.

El 9 de marzo de 1997, Cristina quedó con el chico que la acompañaba. Según le había dicho a unas amigas, iba a dejarle. Javier Román aseguró que la acompañó un rato hasta la puerta de su prima, pero Cristina, de 16 años, nunca llegó a casa.

Sus padres, su hermano, sus familiares y amigos, empapelamos media España de carteles (más de 300.000), recurrimos a policía, prensa y utilizamos todos los instrumentos que teníamos a nuestro alcance.

La juez instructora María Sanahuja siguió una pista anónima que señalaba que el cadáver habría sido arrojado a un vertedero de basuras. Alguien filtró que la búsqueda en el vertedero tenía un alto coste (50 millones de pesetas), vulnerando el secreto de actuación.

Estoy segura de que si se hubiera tratado de la hija de alguno de ellos no les habría importado pedir que se destinaran 500. Pero era la hija de unos padres modestos y la Generalitat de Catalunya quiso hacer constar la diferencia. Alguien presionó para que parásemos.

Mi marido y yo, junto con otras familias con familiares desaparecidos canalizamos nuestras energías creando Inter-SOS, agrupación de familiares de desaparecidos que lleva 18 años de lucha intentando saber qué le pudo suceder a Cristina y también a todos los desaparecidos de España. Seguiremos trabajando para saber del paradero de nuestra hija, porque necesitamos saber para poder descansar.

Queremos dar nuestro profundo agradecimiento a todos los cuerpos y fuerzas de seguridad, tanto a nivel nacional, autonómico, como local, que trabajan incansablemente con los escasos medios que a veces disponen pero que siempre están ahí. Nosotros estamos convencidos que son la mejor policía del mundo. Gracias también al pueblo de Cornellà, a sus gentes y a tantas y tantas personas que después de tantos años nos siguen preguntando si tenemos noticias de Cristina.

A los ayuntamientos de El Prat y Cornellá que siempre nos apoyan en todo momento y que sin su ayuda no podríamos celebrar el acto de homenaje a las personas desaparecidas que celebramos cada año.

Y a los medios de comunicación, que son la plataforma más importante para dar a conocer las desapariciones de nuestros seres queridos.

En definitiva, gracias a todas las personas que de una forma o de otra se han preocupado por el paradero de nuestra hija. Un abrazo de corazón para todos vosotros.

Cristina Bergua, caso abierto
Mayka Navarro – Lavanguardia.com

11 de octubre de 2015 – Actualizado: 12 de octubre de 2015

«Cuando Cristina vuelva, si quiere, que quite los peluches y las muñecas». La pequeña habitación enmudece y un escalofrío recorre la estancia hasta oscurecer. Han pasado más de 18 años y casi sin darse cuenta, Juan Bergua y Luisa Vera aún esperan que su hija Cristina aparezca. Saben que no. Pero en muy en el fondo, mientras nadie les demuestre lo contrario, ellos la esperan.

Luisa está sentada sobre la cama de la habitación que siempre será de Cristina, y acaricia con ternura sus cosas. Su guitarra, que la joven empezaba a tocar cuando desapareció, sus castañuelas, la muñeca de la comunión, los peluches… El cuarto sigue igual que como ella lo dejó aquel 9 de marzo de 1997, cuando fue a casa de su novio, Javier Román, para dejarle.

Con 1.500 pesetas y el DNI en el bolsillo, la joven, que aquella Semana Santa iba a cumplir 17 años, no regresó aquella noche a la casa de sus padres en Cornellà. «Complexión delgada, 1,60 de estatura, pelo largo de color castaño, ojos marrones y una peca en la frente». Fue la descripción que en aquel momento dieron sus padres. La investigación por su búsqueda sigue hoy abierta.

En febrero pasado, la Unidad Central de Desaparecidos de los Mossos d’Esquadra avivó el caso a partir de un anónimo dirigido a los padres y que recibió la presidenta de la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas, Inter-SOS, Flor Bellver. La misiva, a la que ha tenido acceso La Vanguardia, decía así: «Busquen a Cristina en Gavà, en la riera de Sant Climent y Laguna del Remolar, que hay entre los cámpings antiguos, el Toro Bravo y el Tres Estrellas. Así, de esta manera se acabará este dolor que llevan durante todo este tiempo. Espero que para el próximo aniversario de su desaparición acabe todo lo que nunca tuvo que empezar».

«Se investigó, como se miran absolutamente todos los datos que nos llegan de este caso desde que lo heredamos de la Policía Nacional, en el 2008», explica el inspector de los Mossos d’Esquadra Jordi Domènech. La zona que señalaba el anónimo era extensa y había sufrido varias inundaciones en estos últimos 18 años. Se fotografió el lugar y se buscaron imágenes de entonces para compararlas. Se buscaron pozos y escondrijos. Mientras, otro grupo de investigadores de delitos tecnológicos se dedicó a rehacer el trayecto inverso del e-mail para tratar de identificar al autor.

El anónimo llegó al correo de la web de Inter-SOS, que tiene su servidor en una empresa de Alemania. Un juez de Cornellà autorizó a los Mossos solicitar a los alemanes el ITP del ordenador desde el que se había enviado el mensaje. La solicitud se tramitó a través de Interpol y dos policías alemanes fueron en persona hasta la empresa para recibir la información en mano, porque los requeridos se negaron a enviar los datos por correo electrónico.

Ya con el ITP se iniciaron los trámites para localizar el ordenador. Y se encontró en un locutorio del barrio de la Verneda, en Barcelona, en el número 43 de la calle de Ca n’Oliva. Muy amablemente, el dueño del locutorio, Mohamed Umer, contó a los investigadores que nunca anotaba la identidad de los clientes de su establecimiento, que tampoco tenía cámaras de seguridad, y que era imposible saber quién pudo escribir ese anónimo que envió el 18 de febrero, a las 11.30 horas de la mañana. Además, habían pasado cuatro meses hasta que los trámites permitieron a los Mossos llegar hasta el local.

El correo se envió desde la cuenta popeye20@hotmail.es. «No hemos podido seguir con esta línea de investigación porque ya no ha dado más de si. Pero si el autor de ese mensaje realmente tiene información sobre el paradero de Cristina Bergua o lo que pudo pasar el día de su desaparición es el momento de que lo cuente», pide el sargento Pere Sánchez, responsable de la Unidad Central de Desaparecidos.

Estos días, otra investigación abierta durante 18 años, la del asesinato de Eva Blanco, ha evidenciado con la detención en Francia de su presunto asesino, que los casos no mueren en las carpetas, ni sucumben en el olvido. Los casos siguen abiertos. Y en el suceso de Cristina Bergua, al no haber cadáver, ni sospechoso de su desaparición, no hay tiempo de descuento, ni riesgo de que la responsabilidad penal del responsable prescriba. Aquí no hay cuenta atrás. La única presión es la de la incertidumbre con la que sobreviven sus padres.

Juan Bergua ha pasado estos días un par de jornadas en casa de una hermana en Cuenca y ha regresado a Cornellà con varias cajas de rovellons. Es a Juan a quien la desaparición de Cristina le ha pasado la peor factura. Un día dejó de celebrar las cosas. «Me da todo absolutamente igual», resume. Al principio, se refugió en su mujer y en la asociación Inter-SOS, que fundó y que lideró hasta que hace unos años, por indicación médica, tuvo que dejar . «Ya no era solo la angustia por la desaparición de mi hija. También asumía la incertidumbre y el miedo del resto de familias de desaparecidos. Demasiada carga. No podía más».

Ahora está un poco mejor. Más tranquilo. Se distrae. Tiene más tiempo que dedicar a sus dos nietos, los chiquillos que han devuelto las sonrisas en aquella casa en las que se habla de la tita Cristina como si siguiera entre ellos, pero en la que ni un solo día se ha dejado de llorar. Ni recordar.

Luisa es más fuerte. Y eso que su voz es casi un hilo que se enreda entre las lágrimas en los finales de cada frase. Lleva 18 años contando lo mismo. Y todas las noches, antes de intentar dormir, su cabeza insiste en imaginar qué pudo pasar aquel día. «Me gustaría no hacerlo. Cerrar los ojos un día y dormir sin pensar. Pero no puedo. No saber lo que paso me consume. Necesito saber la verdad para empezar a descansar.»

¿Y a qué conclusión ha llegado? ¿Qué cree usted que pudo pasar aquel fatídico día? «No lo sé. De verdad. No lo sé».

Primero la comisaría de la Policía Nacional de Cornellà y después el grupo de Homicidios de Barcelona realizaron una primera investigación, dirigida por la entonces jueza de instrucción María Sanahuja, que no escatimó en horas y diligencias. En aquella época, la magistrada llegó a autorizar a los investigadores algo que hoy sería inaudito e imposible. Entrar en casa del entonces novio de la joven, Javier Román, y llenar las estancias de micrófonos secretos. Dos meses después de la desaparición, un anónimo dio la pista de que el cadáver había sido arrojado a la basura. La carta tenía matasellos de Cornellà y un inquietante remitente escrito a mano: «Una ayuda». Sanahuja ordenó la búsqueda del cuerpo en el vertedero del Garraf hasta que se filtró el coste del operativo, 50 millones de pesetas de la época.

En el 2008, se autorizó a los Mossos d’Esquadra asumir la investigación atendiendo a las nuevas técnicas policiales que no existían en el momento de la desaparición. Se empezó de cero.

Lo primero que se hizo fue volver a analizar ese anónimo. La intención era identificar a su autor, para comprobar si aquella pista del basurero era certera, y si podía saber más cosas que había callado en todos estos años. La misiva se había escrito a mano. Se tomaron muestras de escritura en el entorno de la víctima para cotejar las letras. Y se encontró un perfil de ADN, sin titular, en los restos de saliva utilizada para pegar el sello. Tampoco condujeron, por el momento, a ningún lugar los fragmentos de una huella dactilar que se recuperó en el sobre de la carta.

Como en el caso de Eva Blanco, las amigas de Cristina Bergua eran menores cuando el mal se cruzó en sus caminos. Se tomaron declaración nuevamente a todas las amistades de la joven. Ya eran treintañeras y pese a las lagunas del paso del tiempo, las declaraciones coincidieron con las que ya hicieron entonces: «Cristina quería dejar a su novio».

Y se le localizó. Tras un tiempo viviendo en la República Dominicana, el joven regresó a España y se trasladó a Zaragoza. Cuando los Mossos quisieron hablar con él cumplía una condena por un delito de tráfico de drogas en una cárcel zaragozana. En uno de los permisos penitenciarios, Javier Román aceptó trasladarse hasta la comisaría de Cornellà y entrevistarse de manera informal con el sargento Pere Sánchez.

Su actitud fue la misma que ya empleó en su día con la Policía Nacional. Colaborar y responder a todas las preguntas que se le formularon. Sereno y frío. Imperturbable. «Dudo que tuviera más de 30 pulsaciones por minuto. No tenemos absolutamente nada contra él. Lo sabe y se siente confiado», describe el sargento.

Se volvieron a recorrer todos los itinerarios que hizo Cristina aquella tarde. Se repasaron las coartadas de todas las personas del entorno de la víctima. Y como le ocurrió en su día a la Policía Nacional los Mossos no encontraron ni una sola línea de investigación más que la que señalaba al novio como principal y único sospechoso. Pero, a pesar de los años, no hallaron ni un solo indicio nuevo para imputarlo.

Ni la Guardia Civil tiró nunca la toalla con Eva Blanco, ni la tiran los Mossos d’Esquadra con Cristina Blanco [Bergua], pese a la complejidad de este caso en el que hay ausencia de cadáver. Ya han habido condenas por asesinato sin cuerpo, y sospechosos encarcelados mientras los investigadores siguen buscando a la víctima. Es el sistema de trabajo de esta Unidad Central de Desaparecidos. «Nosotros no buscamos cadáveres, buscamos indicios de criminalidad», advierte el sargento.

Mientras llega ese día, los padres de Cristina reciben periódicamente las llamadas telefónicas y las visitas del cabo y el agente de los Mossos que integran la oficina permanente de atención a las familias de desaparecidos.

La clave para los investigadores sería encontrar de una vez por todas el cadáver de Cristina Bergua. «Los muertos, por muchos años que pasen, también hablan», sostiene el inspector Jordi Domènech.

Cristina Bergua, un caso prescrito, pero no cerrado
Mayka Navarro – Lavanguardia.com

9 de marzo de 2017

No es verdad que el tiempo amaine la pena. Con el tiempo, la ausencia se sufre de otra manera. Pero sigue el dolor. Qué difíciles son los 9 de marzo en la casa de Cornellà de los Bergua Vera. Hace ya 20 años que Cristina desapareció la tarde que quedó con su novio para dejarle. Policialmente el caso sigue abierto y vivo. Pero desde hoy cualquier responsabilidad penal de los autores de su desaparición habrá prescrito.

Por eso los Mossos d’Esquadra, aprovechando este día quisieron ayer hacer un llamamiento al autor de la última pista que removió la investigación. El 18 de febrero del 2015, a las 11.30 de la mañana, desde un locutorio de la Verneda un usuario usó la cuenta popeye20@hotmail.es para enviar un mensaje a Inter-SOS. «Busquen a Cristina en Gavà, en la riera de Sant Climent y Laguna del Remolar, que hay entre los campings antiguos, el Toro Bravo y el Tres Estrellas. Así, de esta manera se acabará este dolor que llevan durante todo este tiempo. Espero que para el próximo aniversario de su desaparición acabe todo lo que nunca tuvo que empezar».

Y se buscó. Lo recuerda el inspector de los Mossos d’Esquadra, Jordi Domènech, que en el 2008 heredó de la Policía la investigación. Domènech cree que es un buen momento para que el autor del anónimo, o cualquier otra persona con información sobre la desaparición de Cristina, se ponga en contacto con los mossos. «La responsabilidad ha prescrito y es justo que esa familia pueda velar a su hija.»

La zona que señalaba el anónimo era extensa y había sufrido varias inundaciones en los últimos años. Se fotografió el lugar y se buscaron imágenes de entonces para compararlas. Se inspeccionaron pozos y escondrijos. Mientras, los investigadores de delitos tecnológicos se dedicaron a rehacer el trayecto inverso del e-mail para tratar de identificar al autor. La búsqueda terminó en aquel locutorio.

Este jueves, como todos los 9 de marzo desde que en el 2010 se eligió como el Día de las personas desaparecidas sin causa aparente, Juan Bergua, de la mano de Luisa Vera, se concentrarán a las siete de la tarde en la plaza de los Enamorats de Cornellà para homenajear a su hija y a todos los desaparecidos a los que sus familias buscan y esperan.

«Todos los días son malos, pero estos son un poco peor para nosotros», explica el padre, mientras la madre atiende a varios medios de comunicación que han visitado a la familia en su casa por el aniversario de la desaparición. Siempre impresiona entrar en la pequeña habitación de Cristina. Sus peluches, sus muñecas, su guitarra… Cada año que pasa, y ya son 20 sin ella, su presencia se hace más intensa en esa casa en la que los nietos del matrimonio han crecido jugando con las cosas de la
tita Cristina.
CASO PENDIENTE


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