domingo, 18 de agosto de 2019

El Sabor de las Margaritas.

Una serie que es mas que recomendada, si tenéis ocasión de verla, no perdáis la oportunidad.


'El sabor de las margaritas' es una serie producida para TVG, dirigida por Miguel Conde y protagonizada por María Mera, Nerea Barros, Ricardo de Barreiro, Tony Salgado y Miguel Ínsua que lo está petando en Reino Unido.



La serie es un thriller policial de seis episodios protagonizado por Rosa Vargas, una agente de la policía judicial con un turbio pasado que llega a un pequeño pueblo para investigar la desaparición de una joven conflictiva. Ni el pueblo ni las autoridades parecen preocuparse por el caso, aún así, contará con el apoyo de dos policías locales que le generarán numerosos conflictos. A medida que va descubriendo nuevos detalles, la trama se vuelve más oscura y empieza a sacar los innombrables secretos ocultos en uno de esos pueblos donde nunca pasa nada.

La serie, con la suficiente personalidad para ser apodada bajo el género "Galician-noir", ha ganado el premio a mejor Serie de Televisión de los Premios Mestre Mateo de la Academia Galega do Audiovisual y, desde el 29 de marzo está disponible en la plataforma Netflix, estando al alcance del espectador en más de 180 países.

El vídeo esta en gallego.( En Netflix aparece en Castellano )

jueves, 25 de julio de 2019

El misterio que envuelve a Bueno Latorre es similar al que rodea a otro criminal: Antonio Anglés,

Rafael Bueno huyó con otros dos presos de Alcalá-Meco, considerada de máxima seguridad, en abril de 1984. Desde entonces, la policía le sigue el rastro. Se le relaciona con varios asesinatos


El director de la cárcel madrileña de Alcalá-Meco, Carlos Parada, debió quedarse tan pasmado y sentirse tan impotente como el alcaide del penal de Alcatraz cuando el 20 de abril de 1984, Viernes Santo, fue informado de que Rafael Bueno Latorre, Antonio Álvarez Gallego y Antonio Retuerto González habían logrado evadirse. Un trío de ases que, a su manera, emularon la fuga que el 11 de junio de 1962 protagonizaron Frank Morris y otros dos reclusos, quienes, tras escapar por un boquete de la celda, dejaron sendas cabezas de yeso y pelo sobre la almohada de sus camas antes de cruzar la bahía de San Francisco. Los fugados de Alcalá-Meco habían encañonado con dos pistolas —en realidad, dos trozos de jabón pintados con tinta china— a varios funcionarios a los que quitaron sus uniformes, y salieron tranquilamente de la cárcel vestidos con ellos.

Bueno, Álvarez y Retuerto comenzaron la ejecución de su plan sobre las nueve de la noche. A esa hora, la mayoría de los reclusos del centro penitenciario de “máxima seguridad” —así los proclamaron los políticos de turno al inaugurarlo en 1982— mataban el tiempo antes de irse a dormir. Era Viernes Santo, un día festivo para todos menos para los tres fuguistas que en ese momento arrancaban de cuajo la taza del inodoro de la celda 47 del cuarto módulo de la prisión. Después, el trío se deslizó por la estrecha boca circular, descendió hasta una galería de servicio, y, tras serrar una rejilla de hierro, accedió al sótano donde estaban las llaves de paso del agua y los interruptores de luz de la prisión. Solo faltaba esperar.

A la misma hora, varios cómplices pusieron en marcha la segunda fase del plan. Entraron en una celda vacía del módulo número tres, rompieron un grifo y provocaron una inundación. Para atajarla, tres funcionarios corrieron hacia el sótano para cerrar las llaves de paso del agua. Allí les estaban esperando Bueno Latorre y sus dos compinches armados con un rudimentario punzón y lo que parecían ser dos pistolas Star de 9 milímetros largo.

Tras sorprender a los carceleros, los fugitivos los maniataron, los amordazaron y los despojaron de su uniforme, su placa de identificación y un manojo de llaves. Dos de ellos se vistieron las ropas de los funcionarios y el tercero se enfundó un mono de albañil. Después, abandonaron el sótano, salieron a un patio y caminaron con calma hacia el edificio donde están las cocinas generales. Y desde aquí, el campo... y la libertad. Álvarez y Retuerto ya se habían largado un año antes de la vieja prisión de Carabanchel utilizando un ardid similar. En aquella ocasión, escaparon intimidando a los funcionarios con pistolas de escayola pintadas de negro. En esta evasión de Alcalá-Meco, las armas fueron fabricadas con dos canteros de jabón.

Bueno, Álvarez y Retuerto sabían que no podían salir del recinto por la puerta principal porque la Guardia Civil identificaba a todo el que pasara por allí. Sin embargo, ellos conocían que las cocinas tenían una comunicación independiente con el exterior: una puerta desde la que los suministradores introducían los alimentos. Su ausencia se descubrió poco después, al hacerse el último recuento del día antes de que fueran apagadas las luces.

Carlos Parada, el director del penal, estaba aquel día libre de servicio. Cuando se enteró de la fuga por una llamada telefónica, su cara debió ser puro patetismo. El lema propagandístico de “prisión de máxima seguridad” que habían colgado al centro madrileño quedó hecho añicos. El propio Parada reconoció que ese día no funcionaba el sistema de rayos infrarrojos que vigilaba los sótanos —y que hacía saltar las alarmas— porque estaba estropeado y su reparación dependía de una empresa externa.

El complejo penitenciario de Alcalá-Meco, que costó 1.300 millones de pesetas, fue proyectado como el más seguro de España y uno de los de diseño más avanzado de Europa. Tenía sistemas de control y detección de movimientos mediante una red de sensores y detectores volumétricos y dos circuitos cerrados de televisión. Todos los edificios estaban construidos sobre una gran plancha de hormigón para hacer imposible la excavación de túneles y galerías. Un auténtico fortín del que teóricamente era imposible escapar. Hasta los grifos fueron escogidos de forma que no pudieran servir para fabricar objetos punzantes que pudieran convertirse en armas.

Tras la fuga, Bueno Latorre se separó de Retuerto y Álvarez, quienes viajaron a Alicante para esconderse durante unos días en un piso de una amiga. Retuerto, ya en solitario, se ocultó más tarde en diversos pisos de Fuenlabrada, Biarritz (Francia) y Madrid. En esta última ciudad, mientras vivía en una casa del barrio de la Concepción, fue localizado y capturado dos meses después de haberse evadido. Álvarez, que siguió su propio camino, corrió más tarde la misma suerte.

La escapada de Bueno Latorre fue para la policía un mazazo que desató su cólera. Porque la policía tenía aún muy fresco en su memoria la muerte de dos agentes acribillados a balazos por la banda de Bueno Latorre. Ocurrió el 12 de octubre de 1983 en el Hospital Provincial de Burgos, donde el peligroso delincuente había sido trasladado tras autolesionarse en la cárcel clavándose unas tijeras en el vientre.

Todo formaba parte de un plan perfectamente urdido: varios compinches le rescatarían aunque tuvieran que abrirse paso a tiros. Y así fue: dos colegas, disfrazados con batas de médico, asesinaron a Jesús Postigo Pérez y a Raúl Santamaría Alonso, dos de los tres policías nacionales que custodiaban a Bueno Latorre, y se apoderaron de sus armas. Una operación perfectamente orquestada, en la que intervino un comando integrado al menos por cuatro hombres y tres mujeres. Después de liberar a Bueno Latorre de los grilletes que le mantenían amarrado a la cama, el grupo huyó en tres coches hasta su refugio de Barcelona.

En vez de quedarse quieta, en espera de que se enfriase el asesinato de los dos agentes de Burgos, la banda de Bueno Latorre volvió a actuar apenas un mes después: secuestró a Manuel Andrés Sánchez Manzano y Eduardo Aldama de la Red por considerarlos soplones de la policía. Ambos fueron llevados a un descampado de San Fausto de Capcentellas (Barcelona), donde les dieron un pico y una pala. “Empezad a cavar”, les ordenaron. Cuando ya habían hecho un hoyo profundo, los dos secuestrados fueron asesinados a balazos y sepultados en el agujero. Un policía atribuye a Rafael Bueno Latorre una frase aterradora que, de ser cierta, revela una vesania fuera de lo común: “Enterradlos boca abajo. Por si todavía están vivos. Así, si escarban, que escarben para abajo”.

El rastro de sangre que este peligroso atracador y sus secuaces iban dejando a su paso hizo saltar todas las alarmas. Fue declarado enemigo público número 1 y toda la maquinaria policial tensó sus resortes para capturarle. Hasta que la Brigada Provincial de Policía Judicial de Barcelona le echó el guante el 25 de noviembre de 1983. Era la decimoséptima vez en su vida que era capturado.

Por eso, fuentes del Ministerio del Interior no tuvieron empacho en exteriorizar su indignación por la fuga de los tres reclusos de Alcalá-Meco, en particular por la de Rafael Bueno al que calificó de “delincuente sanguinario”. Pero es que, además, los dos reclusos que le habían acompañado en la audaz escapada de Alcalá-Meco tampoco eran unas monjitas de la caridad: en aquellas fechas, Antonio Álvarez había sido detenido ya en 21 ocasiones, mientras que Retuerto lo había sido 12 veces.

En 2010, la Dirección General de la Policía colgó en YouTube un vídeo en el que requería la colaboración ciudadana para localizar y detener a siete peligrosos delincuentes. Entre ellos, como número 1, destacaba Bueno Latorre, el hombre del que no tiene la menor pista desde 1984. Increíble, pero cierto.

Esta es la información que consta en ese vídeo: “Rafael Bueno Latorre. Delitos que se le imputan: asesinatos, robos con violencia e intimidación y quebrantamiento de condena. Lugar y fecha de nacimiento: Utrera (Sevilla), 26 de mayo de 1954. Características físicas: 170 centímetros de estatura, 75 kilos, ojos verdes oscuros, alopecia. Tatuada una pantera negra en la espalda y un hombre en el brazo derecho”.

Pese a que ha transcurrido ya más de un cuarto de siglo desde su fuga, la policía no ha dejado de buscarle ni un solo día. La sangre derramada por los agentes Jesús Postigo Pérez y Raúl Santamaría Alonso, los asesinados en el hospital de Burgos, sigue clamando justicia. Y sus compañeros no pueden hacer oídos sordos, ni dejar de buscar jamás al tipo al que responsabilizan de estar tras la muerte de ambos. Le buscan aunque ni siquiera tienen constancia de si está vivo o muerto.

Durante mucho tiempo, la policía ha vigilado discretamente a la familia barcelonesa de Bueno Latorre y ha realizado gestiones internacionales. Todo inútil para dar con el paradero, pero útil para mantener el caso vivo y evitar que prescriba y que los jueces le den carpetazo para siempre. A lo largo de este tiempo, ha habido rumores de que el famoso fugitivo ha muerto; pero a la vez también ha habido noticias de que estaba trabajando con hampones marselleses en la Costa Azul francesa. Nada de eso ha sido confirmado.

Pero la búsqueda continúa, aun sin saber qué aspecto pueda tener ahora este hombre. Dada la alopecia galopante que padecía cuando se escapó de la prisión de máxima seguridad, es muy probable que hoy esté completamente calvo.

“La trayectoria delincuencial de Bueno Latorre es una de las más importantes de España, no solo por la cantidad e importancia de los delitos que se le atribuyen, sino por la peligrosidad de este hombre”, aseguraba un informe del grupo antiatracos de Barcelona que aún le sigue el rastro. Un psiquiatra que le examinó unos pocos días antes de que se fugara para siempre le describía así: “Es un hombre con una inteligencia normal, tiene un pensamiento pobre de contenido, su capacidad de ideación está parcialmente bloqueada por sus escasos recursos y sufre una gran inestabilidad afectiva, con predominio de la depresión”. Y, sin embargo, ese tipo de “inteligencia normal” es una pesadilla, una espina clavada en el corazón de la policía.

La familia de Bueno Latorre había emigrado desde Sevilla a Santa Coloma de Gramenet (Barcelona) en busca de una vida mejor. El pequeño Rafael, desarraigado e indómito, nunca se adaptó a Cataluña. Primero empezó con los tirones de bolsos y otros robos de menor cuantía por los que a los 16 años dio con sus jóvenes huesos en el reformatorio de Wad-Ras. Allí pasó unos días, los necesarios hasta que se hizo con la situación, y huyó. Esa fue su primera fuga. Se convirtió en un perro callejero.

Con 18 años entró en la Modelo de Barcelona para cumplir una pena de un año. Al recobrar la libertad, se tiró de lleno al arroyo y pronto se hizo un hueco entre los atracadores más reputados de Cataluña y la Comunidad Valenciana.

Las fuerzas de seguridad acabaron echándole el guante. En 1978, se evadió de la cárcel madrileña de Carabanchel y así, a sus escasos 24 años, se doctoró en delincuencia con matrícula de honor. Cuatro meses después, la Guardia Civil volvió a apresarlo. Desde entonces, recorrió varios penales de España hasta que recaló en el de Burgos en mayo de 1982. Y lo que ocurrió a partir de ese momento ya es conocido: su sangrienta fuga del Hospital Provincial de Burgos en el otoño de 1983 y su posterior evasión —última y definitiva— de la cárcel de máxima seguridad de Alcalá-Meco durante la Semana Santa de 1984... y, hoy en día, no hay la menor pista de él, según admiten fuentes policiales.

El misterio que envuelve a Bueno Latorre es similar al que rodea a otro criminal: Antonio Anglés, presunto asesino y violador de Miriam García, Desiré Hernández y Antonia Gómez, las niñas de Alcàsser (Valencia) a las que secuestró junto con Miguel Ricart [hoy cumpliendo condena] la noche del 13 de noviembre de 1992. El triple asesinato fue un hachazo para la sociedad española. El Ministerio del Interior desplegó la mayor operación policial jamás vista para dar caza a un delincuente. Pero este logró eludir el cerco, huir a Portugal y embarcar de polizón en el mercante City of Plymouth. Cuando el barco atracó en Dublín, no había rastro de Anglés. Hasta hoy.





El crimen de Piedras Redondas

EL cuerpo sin vida de Montse Fajardo Cortés, de siete años de edad, fue descubierto la madrugada del 17 de marzo de 2002 en el barrio almeriense de Piedras Redondas dentro de una caja de cartón y con evidentes signos de violencia. El anterior precedente de otro abominable crimen con otra menor como victima, hay que situarlo a diciembre de 1987 fecha en que se produjo el crimen de la pequeño Estefanía Úbeda Simón en la barriada de Los Molinos.





Las crónicas de entonces cuentan que el 17 de marzo del año 2002 Montserrat Fajardo «fondona y alegre, como cualquier niña de siete años» -como se puede leer entre los testimonios de aquellos días- acudió al cumple de su primito Juan Carlos, pero no volvió nunca a casa. Tras seis horas de «angustiosa búsqueda» el barrio se encuentra de bruces con el horror.

En el interior de una caja de cartón a menos de 100 metros de su casa aparece el cadáver de Montserrat Fajardo bien entrada la madrugada. La proximidad del hallazgo y la condición de la niña no dejan lugar a dudas: había sido alguien del barrio, conocido o familiar. Alguien para quien había sido fácil cometer el crimen sin levantar sospechas entre unas calles en las que todos se tratan con familiaridad. La autopsia confirmaba al día siguiente la crueldad del crimen.

«A la niña le sellaron la boca con cinta adhesiva, maniataron pies y manos en una silla, apuñalaron -en 36 ocasiones- en varias partes de su cuerpo y posteriormente limpiaron en una bañera. No contentos con ello utilizaron algún tipo de disolvente para tratar de desfigurarle la cara. Posteriormente envuelta fue metida en una caja de cartón». Con este párrafo extraído de una de las crónicas publicadas por este periódico durante aquellos días de dolor, Isabel, harta de vivir instalada en el pasado, sale indemne así de enfrentarse de nuevo a los detalles.

Los culpables

«Aparece colgado de un árbol el tío de la niña asesinada en Los Almendros». El 20 de marzo de 2002 IDEAL titula así la información que abre el periódico con el que muchos almerienses toman el desayuno ese día. Han pasado apenas una horas desde la muerte de Montserrat Fajardo y mientras la impotencia comienza a ganarle la batalla a la conmoción inicial, una clase de alumnos de excursión por un paraje cercano al barrio se encuentran a un hombre ahorcado.

El relato da así un giro crucial y en mitad de la incertidumbre la cruda realidad vuelve a aparecer sin avisar. Tras la identificación del hombre el epicentro del mal parece claro: la vivienda 130 de la calle Sierra de Fondón. Su mujer y tía de la niña es detenida instantáneamente por la Policía en el tanatorio. Juana S. no sabía lo que acababa de hacer su marido, al que ya acusan de haber perpetrado el crimen y de haberse matado al abandonarse a la conciencia. Juana S. acompaña a los investigadores a su casa, de donde intervienen una silla, un barreño y ropa manchada de sangre. Aquel día acabó con la Policía en los calabozos. Nunca más ha vuelto a pisar la calle.

Con restos de ácido corrosivo en la mano que la inculpan aún más, tras muchas horas de arresto e interrogatorios durísimos la sospechosa delata a una tercera persona, a Engracia. S., la tía abuela de la niña, a la que también acaban acusando, al igual que su marido, de haber participado en el abyecto crimen. «La cosa se puso muy tensa en el barrio. La gente quería justicia y pensaba que la familia de la niña se la tomaría por su cuenta»



No pasó de ahí. A esas alturas los acusados permanecían en la cárcel esperando el juicio y en el barrio trataban de recuperarse de lo que había sido una sinrazón sin móvil aparente. «La Policía, que se quedó varios días en el barrio para evitar incidentes, acabó por abandonar cuando se apaciguaron los ánimos. La 130 fue precintada y olvidada»

martes, 18 de junio de 2019

Netflix revive 'El caso Alcàsser'

La primera producción documental de Netflix en España es un excelente trabajo ensayistico sobre el caso más mediático de la historia de la crónica negra del país, pero también una reflexión sobre el tratamiento informativo que en su día moduló la investigación, condicionó las opiniones de los españoles.

26 años después de registrarse una de las páginas de sucesos más oscuras de la democracia española, llega a Netflix 'El caso Alcàsser', un documental sobre el asesinato de las tres menores valencianas, la investigación y el juicio, que contribuye a desmontar las teorías conspirativas que aún le rodean.

«Las televisiones privadas estaban recién llegadas y Alcàsser fue el primer gran ring en la batalla por la audiencia que estaba arrancando, eso explica muchos de los excesos que se cometieron».


FERNANDO GARCÍA Y LA TEORÍA ALTERNATIVA DEL CASO
En lo que respecta a los familiares de las víctimas, Fernando García, padre de Miriam, fue el rostro más mediático. García exigía justicia en los platós de televisión aconsejado por el periodista y criminólogo Juan Ignacio Blanco.

En Esta noche cruzamos el Mississippi, programa conducido por Pepe Navarro, García y Blanco llegaron a señalar a varios políticos y empresarios de la época relacionándolos con una red de producción de snuff movies (vídeos se suicidios, torturas, asesinatos...) implicada en el crimen.

Se trató de una polémica paralela al juicio a Ricart y que terminó con condenas a Fernando García, Juan Ignacio Blanco y la Radiotelevisión Valenciana por delitos de injurias graves.


La docuserie de Netflix sobre el caso Alcàsser no es la única que trata el tema. En Las niñas, el director valenciano Manuel Giménez recrea el triple crimen basándose, fundamentalmente, en los hechos reflejados en el sumario judicial.
La Entrevista Nunca emitida: Ricard entrevista

viernes, 14 de junio de 2019

Libros que Quizá Te Interesa.

Conocido es el caso de los asesinatos en serie de prostitutas atribuidos a un desalmado que, por las lesiones causadas y extracciones de órganos realizadas bestialmente a sus víctimas, recibió el siniestro apodo de "Jack el destripador", hechos que ocurrieron en el Londres de 1888, y que la prestigiosa Policía británica no pudo resolver. Dicho sea de paso, en aquel marco espacial y temporal se cometían muchos crímenes de prostitutas, y lo que llamó poderosamente la atención fue que en una franja de tiempo escasa cinco mujeres fueran asesinadas de manera similar, indudablemente por la misma mano asesina, lo que atrajo a la prensa y suscitó el interés del gran público. Desde siempre estas mujeres han sido objeto de ataques contra su vida e integridad física, ya sea por la acción de psicópatas de diversa índole, perversiones, por celos de algún amante o por violencia ejercida desde distintos ámbitos criminales, desde el rufián clásico al más moderno traficante de órganos o de drogas, sin descartar otros móviles, como el de silenciar aquello que saben. Como se destaca en algunos lugares de la obra, en muchos casos se trata de mujeres sin arraigo en España, o en la ciudad donde se establecen, o sencillamente desligadas de sus familias. Las personas que se desenvuelven en su entorno no se caracterizan por un especial ánimo de colaboración con los cuerpos policiales. Es muy común que nadie se interese por ellas. Cuando la investigación policial no arroja resultados más o menos inmediatos o resulta compleja, puede suceder que a estos luctuosos casos se superpongan en el arduo trabajo policial crímenes más recientes, algunos de los cuales son de más sencilla resolución o sí merecen el interés de familiares o amigos, de tal suerte que las investigaciones de las muertes de algunas de estas mujeres no avanzan, y se ven avocadas al archivo policial y al sobreseimiento judicial. En esta obra se nos muestran unos crímenes no resueltos, o dudosamente resueltos, cuyas víctimas han sido mujeres dedicadas al comercio sexual.




La historia de los asesinos que estremecen a España durante los últimos años. Los casos de asesinatos ue se recogen en este libro tienen un denominador común: horrorizaron y mantuvieron en vilo a la opinión pública durante meses, incluso años. Unas veces fue por la violencia o crueldad con que fueron cometidos los crímenes. Otras, por la dificultad que tuvo la policía en identificar al culpable.


«Un crimen es la foto de toda una época. Un relato que expone, denuncia y explica.El poder trata siempre de imponer la versión oficial, contra la que luchan los buscadores de la verdad, porque el estudio del crimen saca los trapos sucios. Estos crímenes misteriosos son mis favoritos,los que encierran las claves de toda una época: enseñan sobre comportamiento criminal y prevención y sacan las vergüenzas de quienes trataron de taparlos.»En este nuevo libro del exitoso autor de Matar a Prim se nos habla de los crímenes más significativos de la historia: desde los decimonónicos crímenes que inspiraron a Galdós o Baroja hasta casos tanactuales como el monstruo de Oslo o el asesinato de Asunta Basterra. Ya fueran deliciosamente ejecutados, brutales, resueltos o irresolubles, Pérez Abellán arroja luz sobre todos ellos y nos enseña, incluso en los casos más atroces, qué hay de humano en todo ello.





«Un crimen es la foto de toda una época. Un relato que expone, denuncia y explica.El poder trata siempre de imponer la versión oficial, contra la que luchan los buscadores de la verdad, porque el estudio del crimen saca los trapos sucios. Estos crímenes misteriosos son mis favoritos,los que encierran las claves de toda una época: enseñan sobre comportamiento criminal y prevención y sacan las vergüenzas de quienes trataron de taparlos.»En este nuevo libro del exitoso autor de Matar a Prim se nos habla de los crímenes más significativos de la historia: desde los decimonónicos crímenes que inspiraron a Galdós o Baroja hasta casos tanactuales como el monstruo de Oslo o el asesinato de Asunta Basterra. Ya fueran deliciosamente ejecutados, brutales, resueltos o irresolubles, Pérez Abellán arroja luz sobre todos ellos y nos enseña, incluso en los casos más atroces, qué hay de humano en todo ello.
Reseña del editor



Un acercamiento al verdadero rostro del crimen en España. Los métodos, la forma de actuar, las motivaciones de los personajes más repulsivos y escalofriantes de nuestra sociedad.
(Web Literalia)

Primera parte de la más completa revisión del mundo del crimen: los sucesos más terroríficos de la historia criminal española y los criminales más célebres y enigmáticos. Los métodos, la forma de actuar y las motivaciones de los personajes más repulsivos y escalofriantes de nuestra sociedad.
(Blog Cruce de cables)

La primera es la dedicada al mundo del crimen en España, que recoge los sucesos más terroríficos de la historia criminal española y los criminales más célebres y enigmáticos. En esta primera parte el lector puede conocer aspectos de El Vaquilla o El Lute que no son tan evidentes para el público.
(Periódico Digital madrid Diario)

Me ha gustado mucho el libro. Los capítulos cortos permiten una lectura rápida y se han mostrado, como decía, desde el análisis de la mente criminal y la aplicación de la Ley.
(Web Anika entre libros)

Pérez Abellán afirma que para combatir el crimen es necesario conocerlo, y él lo ha estudiado en profundidad: pone ejemplos de docenas con todos sus detalles.
(Diario La Razón, 23 de Diciembre 2010)

Francisco Pérez Abellán, con el rigor del científico que ha estudiado el crimen con la precisión de un especialista, nos ofrece no solo una reflexión sobre estos terribles casos, sino que, a partir de esta, nos da las claves para comprender un crimen, sus causas, los factores que lo provocan.
(Diario Última hora, 30 de diciembre de 2009).

Un recorrido completísimo por el crimen en España, desde fenómenos como El Lute hasta el asesinato de M. Luz Cortés.

Francisco Pérez Abellán es uno de los expertos más reputados en criminología del país, en esta ocasión nos presenta un compendio de escritos sobre los distintos crímenes y criminales que han marcado la historia España. Pone su talento como comunicador para intentarnos explicar, de un modo sencillo, las causas del crimen, los factores que lo provocan y la legislación que existe actualmente. El objetivo es transmitir una idea fundamental: únicamente conociendo el crimen en todas sus vertientes se puede prevenir, sólo encontrando los patrones comunes de los criminales podemos anticipar sus movimientos. Este libro es un paso de gigante en esa dirección.

Crimen y criminales I nos irá desvelando, en capítulos cortos con información precisa, datos desconocidos de figuras tan legendarias como El Lute, El Vaquilla o de casos tan sonados como la matanza de Puerto Urraco o los robos de El Solitario. Entraremos en la mente del violador de Vall d?Hebron o del asesino de M. Luz Cortés a través del perfil psicológico de ambos y, lo más importante de la obra, descubriremos cómo existen numerosos criminales que aún no han sido descubiertos y muchos también que no se han reinsertado pero campan a sus anchas por las ciudades españolas.

Razones para comprar la obra:

- Francisco Pérez Abellán es un reconocido criminalista que, en esta ocasión, relata el crimen en todas sus vertientes: social, judicial, psicológica?

- La perspectiva es diferente porque analiza el crimen pretendiendo ahondar en su comprensión desde el punto de vista científico, tratando de entenderlo y de explicarlo.

- La obra está plagada de ilustraciones y contenido gráfico que sustenta y amplía el contenido del libro.

- El libro es fácil de leer, escrito en un estilo sencillo que permite una lectura veloz que se adapte a las necesidades del lector.

Una obra interesante, didáctica, vertiginosa y también necesaria ya que nos informa de los criminales que andan sueltos por nuestras ciudades, pero también nos da el único arma con el que podemos defendernos de ellos: el conocimiento.

Biografía del autor
Francisco Pérez Abellán (Murcia, 1954), es un investigador y escritor dedicado, fundamentalmente, al mundo del crimen. Ha colaborado en diferentes programas de televisión como Esta noche cruzamos el Mississippi, Crónicas marcianas, Día a día. También ha dirigido el programa Caso abierto en RNE1 y Las claves del crimen en Tribunal TV. Colabora con una sección dedicada al crimen en Sin ir más lejos. Ha expuesto la tesis de que únicamente el estudio, la reflexión y el pensamiento pueden luchar eficazmente contra los crímenes de sangre. Actualmente es director del departamento de Criminología de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.






jueves, 13 de junio de 2019

El asesinato de Sonia Rescalvo Zafra


Clasificación: Asesinato
Características: Skins de ideología nazi - El primer crimen de una transexual por el mero hecho del serlo del que se tiene información y constancia en España
Número de víctimas: 1
Fecha del crimen: 6 de octubre de 1991
Fecha de detención: 11 de marzo de 1992
Perfil de la víctima: José Rescalvo Zafra, de 45 años, conocido como Sonia
Método del crimen: Patadas propinadas con botas con punteras de aluminio
Lugar: Barcelona, España.


Estado: Isaac y Héctor López Frutos, Pere Alsina, David Perlade, Andrés Pascual y Oliver Sánchez fueron condenados el 13 de julio de 1994 a penas que oscilaban entre los 23 y los 50 años de cárcel.

El asesinato de Sonia – Morir por ser transexual
Rebeca Carranco / Jesús García – Elpais.com

9 de octubre de 2011

El asesinato de Sonia, asesinada a golpes por un grupo de neonazis, marcó un hito en la defensa del colectivo. 20 años después, su memoria sigue viva.

«Llame al despacho». El mensaje apareció una tarde de febrero de 1992 en el busca del entonces subinspector de los Mossos d’Esquadra Joan Carles Molinero, que veía con sus dos hijas un desfile de carnaval en Barcelona. El hoy comisario investigaba el asesinato de una transexual en Barcelona, que murió de una lluvia de patadas en la cabeza y de un trastazo en el pecho con un palo de escoba mientras dormía en el parque de la Ciutadella. Molinero buscó una cabina telefónica. «Acabamos de escuchar una llamada que puede ser muy importante», le dijeron sus hombres.

-¿Quieres venir a casa esta noche?

-No, no…

-Siempre me dices que no. ¿Tienes miedo de venir a mi casa?

-De tu casa no, de ti.

-¡Hostia, ni que fuera un travesti!

-No hombre, no te pongas así.

-Por cierto, ¿sabes quién hizo aquello del travesti de la Ciutadella?

-No

-¡Pues yo sí!

Héctor López Frutos intentaba ligar con una jovencita alardeando por teléfono de conocer los autores de aquel atroz asesinato. El chaval ya estaba en el punto de mira cuando los Mossos grabaron esta conversación. El jueves se cumplieron 20 años del día en que seis jóvenes neonazis se colaron de madrugada en el parque de la Ciutadella y, con sus botas de punta de hierro, patearon a José Rescalvo Zafra, de 45 años, conocido como Sonia, hasta matarle. Héctor fue uno de ellos.

Su asesinato, el 6 de octubre de 1991, es el primer crimen de una transexual por el mero hecho del serlo del que se tiene información y constancia en España. Fue también el primer asesinato que investigaron los Mossos y supuso un punto de inflexión en el modo de tratar las agresiones relacionadas con el odio y la discriminación, que en Cataluña ha culminado con una fiscalía especializada en tratar este tipo de violencia.

La llamada de Héctor, hecha desde su casa, cuando no estaban sus padres, fue la clave para estrechar el círculo. La policía tardó cuatro meses y una semana en detener a siete jóvenes. Seis de ellos fueron condenados. El grupo de rapados y amantes de las esvásticas inició ese 6 de octubre de hace dos décadas una ruta con el propósito de «tocar el tambor»: liarse a patadas con la cabeza de alguien, según dijeron a la policía.

Empezaron a las 17.30 a tomar cervezas en el bar Barrigón, en el barrio del Born. De ahí, al Pop-Bar. Y de este al pub SQ. Unos dijeron que ya iban borrachos cuando se colaron en el parque por un agujero de la verja. Otros, lo negaron. Caminaron hasta la glorieta de los Músicos, una zona frecuentada por homosexuales y transexuales, y fue allí cuando el grupo «propuso tocar el tambor». Eran cerca de las tres de la madrugada. Los «bultos» que atizaron tenían «aspecto travesti», declaró uno de ellos a los Mossos.

«Ninguno negó los hechos», cuenta Molinero, que recuerda con absoluta claridad «el nivel de desafío, beligerancia, prepotencia y chulería» de aquellos asesinos confesos. Uno de ellos explicó que «sintió un fuerte dolor en el dedo gordo del pie» cuando llevaba unos «15 o 30 segundos golpeando indistintamente a las dos personas que había allí». A pesar de la punta de hierro de las botas, el agresor se rompió una uña. Dori, también transexual que dormía junto a Sonia en la glorieta, sobrevivió a la paliza. Luego, los seis skins fueron a por Miguel, un indigente que estaba cerca. A causa de los golpes, el hombre perdió el único ojo del que conservaba la visión y se quedó ciego. Tras la cacería, los neonazis visitaron un cuarto bar, el Vis a Vis.

En la prensa, se hablaba del asesinato de un transexual negro. «Fue tal la paliza que le dieron que era todo moratones», explica el magistrado José Joaquín Pérez Beneyto que instruyó el caso y encargó a los Mossos que lo investigasen. El Cuerpo Nacional de Policía estaba «volcado en el antiterrorismo de ETA; esa era su obsesión y no hacía tanto del atentado de Hipercor [1987]», recuerda.

El 11 de marzo, el equipo de Molinero -siete agentes- detuvo a los asesinos de Sonia. En el registro de las casas de Pere Alsina Llinares, David Parladé Valdés, Héctor e Isaac López Frutos, Andrés Pascual Prieto y Oliver Sánchez Riera hallaron fanzines neonazis, puños americanos, bates de béisbol y carnés de los Boixos Nois. El juez les condenó en total a 333 años de cárcel. Menos dos, el resto está en libertad.

«Fue la primera vez que un tema de homofobia y transfobia se trataba en serio», cuenta Eugeni Rodríguez, del Frente de Liberación Gay de Cataluña. Para la abogada que llevó la acusación popular, María José Varela, supuso «un momento emocionante» porque «los gays y transexuales luchaban por salir de la invisibilidad».

Desde entonces, Rodríguez mantiene viva la memoria de Sonia. Explica que huyó de su Cuenca natal a los 16 años para instalarse en el anonimato de Barcelona. Llegó a actuar en el teatro Arnau del Paralel, pero la suerte le dio la espalda. Dedicada a la prostitución y sin apenas contacto con su familia, vivió en los últimos tiempos en la indigencia.


Su terrible muerte al menos ayudó a concienciar sobre los crímenes relacionados con el odio. En Cataluña, los Mossos contabilizan específicamente este tipo de denuncias (179 hechos delictivos en 2010, la mayoría por homofobia). Aunque queda mucho por hacer. «No hay estadísticas de delitos de odio en España. Y solo hay un fiscal especializado en Barcelona», lamenta el magistrado Pérez.

310 años de cárcel para siete «skins» por asesinar a un travestido en Barcelona
Blanca Cia – Elpais.com

14 de julio de 1994

Los jueces no aprecian banda organizada.

Los siete skinheads que en octubre de 1991 mataron a golpes de puntera y palos a José Rescalvo Zafra, un travestido que dormía en el parque de la Ciutadella de Barcelona, e hirieron gravemente a su compañero y a un vagabundo, han sido condenados a 310 años de prisión. El tribunal reconoce que los siete acusados eran skins de ideología nazi, pero descarta que se tratara de una banda organizada.

Lo que no dudan los jueces es que la intención era matar. Que los siete acusados -cuatro de los cuales tenían entonces 16 años- actuaron con ánimo de matar y no de lesionar es evidente, entiende el tribunal.

Los siete se encontraron en la noche del 5 de octubre de 1991 en un bar y decidieron ir al parque de la Ciutadella. Allí hicieron bastante ruido y dos personas que dormían en el quiosco de la música les dijeron que no molestaran. Los que les recriminaban se convirtieron en sus víctimas cuando los jóvenes advirtieron que eran homosexuales.

Decidieron «subir a tocar el tambor» -en su argot, golpear brutalmente la cabeza de alguien-. Ni el fallecido, Rescalvo Zafra, de sobrenombre Sonia, ni Ernesto Romero, Doris, con heridas de gravedad, pudieron defenderse de la lluvia de patadas propinadas con botas con punteras de aluminio. «Si al segundo no le ocasionaron un resultado tan grave [como el de la muerte de Sonia] fue por mera casualidad», relata la sentencia.

El tribunal añade que hay otra prueba de la intención de matar y no de lesionar: «Un claro exponente lo constituye que cuando dieron por terminada su actuación, pensando que ya habían matado a sus víctimas, y bajaban de la tarima, al oír que uno de ellos aún respiraba, decidieron subir a rematarle».

Después de dejar a los dos homosexuales tendidos en el templete y cuando al abandonar el recinto del parque observaron que había tres vagabundos durmiendo en el invernadero, decidieron proseguir con los ataques, cogieron varias varas metálicas y los atacaron. Dos consiguieron huir, pero el tercero, Miguel Pérez Barreiros, perdió un ojo y parte de una oreja. Este hombre se ha quedado ciego ya que en el otro ojo ya carecía de visión.

Al día siguiente, los skins se reunieron para contarlo a un amigo, Óscar Lozano, a quien le ha correspondido sólo una multa de 100.000 pesetas por no denunciarlo. Las otras penas oscilan entre los 50 y los 23 años para Isaac y Héctor López Frutos, Pere Alsina, David Perlade, Andrés Pascual y Oliver Sánchez.
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HELENA JUBANY

Clasificación: Crimen sin resolver
Características: Móvil desconocido
Número de víctimas: 1
Fecha del crimen: 2 de diciembre de 2001
Perfil de la víctima: Helena Jubany Lorente, de 27 años
Método del crimen: La joven fue arrojada al vacío desde la azotea de una terraza después de ser drogada con un cóctel de benzodiacepinas, cafeína y etanol, y de recibir numerosas quemaduras en varios puntos del cuerpo.
Lugar: Sabadell, Barcelona, España

Estado: El 12 de febrero de 2002, la Policía detuvo a Montserrat Careta y a Ana Echaguivel tras ser consideradas sospechosas del asesinato de Helena Jubany. Posteriormente, Montserrat se suicidó en la prisión barcelonesa de Wad-Ras y Ana fue puesta en libertad con cargos.
Joan Jubany: «Mientras esté presente en el recuerdo, Helena vivirá»
Núria Navarro – Elperiodico.com

2 de diciembre de 2010

El 1 de diciembre del 2001 esperaba a Helena para almorzar en Mataró, pero no se presentó. Era sábado, llamé a su casa y no hubo respuesta. Al día siguiente tampoco acudió a la cita de una amiga. Fui hasta el domicilio de mi hija, en Sabadell, abrí y no había nadie. Como ella trabajaba en la biblioteca de Sentmenat, esperé al lunes. Cuando telefoneé, me dijeron que faltaba desde el viernes. Entonces fui a la policía. Supimos que estaba muerta. Su cuerpo fue hallado en el patio de una antigua empresa. La habían arrojado desde una azotea la madrugada del 2 de diciembre.

Lo explica con infinita tristeza su padre, Joan Jubany (Mataró, 1945), traductor y profesor de lengua catalana jubilado. Tras un vía crucis policial y judicial, aún desconoce el porqué del crimen y los verdaderos culpables. Hoy, noveno aniversario de la muerte de su hija, entrega el Premi Helena Jubany de narración corta o cuentos para ser explicados en la sala de Can Palauet de Mataró. Es su forma de mantener viva su memoria.

-La muerte de un hijo es desgarradora. Su asesinato, inconcebible.

-No te lo esperas. Es una bofetada de la que no te recuperas nunca.

-¿Cómo era Helena?

-En aquel momento se la veía feliz. Tenía 27 años y un proyecto de vida muy claro en la cabeza. Iba enfocada al entorno del libro. En COU se había leído todos los libros de Montserrat Roig, que era su modelo. Quizá por eso estudió Periodismo -hizo prácticas en El Punt y la TV de Mataró-, trabajó en la librería Robafaves, se convirtió en una buena cuentacuentos y entró a trabajar en la biblioteca de Sentmenat.

-Era una chica sana.

-Sí. Le gustaba la naturaleza y se apuntó a la Unió Excursionista de Sabadell (UES).

-¿Entonces?

-Todo empezó el 17 de septiembre, cuando en su puerta le dejaron una horchata, una pasta y un anónimo que decía: «Helena. Sorpresa. Pasábamos por aquí y hemos dicho «a ver qué se explica la Helena». Te haremos una llamada. A comértelo todo».

-¿Probó algo de aquello?

-No. El 9 de octubre recibió otro anónimo junto a un zumo de melocotón: «Esperamos que te tomes esto con el mismo sentido del humor que nosotros; a la tercera te destaparemos el misterio. Seguro que te reirás un montón. Nos gustaría volver a coincidir en una excursión en la UES (…). Ah, buen provecho. No nos hagas un feo, ¿eh? A la tercera ya nos invitarás tú. No lo dudamos». Probó el zumo y empezó a marearse.

-¿Era el zumo?

-Lo envió a analizar y contenía Noctamid, un somnífero ansiolítico. El 30 de noviembre recibió una llamada de Montserrat Careta, maestra y compañera suya de la UES, para encontrarse a mediodía. Aparcó cerca del Centre Cívic de Sant Oleguer, fue a su casa y ya no salió viva.

-Esa maestra fue encerrada en Wad Ras, donde acabó suicidándose.

-Dejó una nota que decía: «No fui yo, porque para ser el asesino se tiene que ser el autor material». Deja entrever que sabe quiénes eran. Está claro que, para subir el cuerpo de Helena desde el piso a la azotea, no lo pudo hacer una sola persona. Los otros dos sospechosos quedaron en libertad por falta de pruebas.

-¿Un juego de rol macabro? ¿Celos?

-No tengo ni idea. Sigo sin saber por qué la mataron. Tanto la policía como la judicatura desistieron de investigar.

-Sin explicación y sin culpables, ¿cómo se puede elaborar el duelo?
-Cuando estás harto de estrellarte, de callar durante 81 días que no fue un suicidio, de ver que la policía abandona y de cambiar tres veces de juez, solo puedes hacer dos cosas: estrellarte definitivamente -en el 2002 sufrí un infarto- o proyectar la ilusión de Helena. Decidimos dejarlo correr…

-Difícil decisión.

-Prefiero recordarla a través de un acto que, simbólicamente, tire adelante su proyecto vital.

-Un premio literario.

-Sí. Creamos una asociación, cuyo logo es una antorcha con la firma de mi hija, que impulsa el premio de narración corta. Siento que así contribuyo a hacerla presente. Mientras esté presente en el recuerdo, Helena vivirá. Además, los títulos premiados engrosarán su maleta de libros.

-¿Maleta de libros?

-Los cuentacuentos tienen su personal selección de libros. Poco antes de morir, Helena me dijo muy contenta que había empezado a confeccionarla. Mire en esta caja: ¿Per què?, de Nikolai Popov; Com van néixer les sirenes, de Griselda Castro y Gustavo Roldán; Petita Massai, de Patricia Geis…

Una mujer encarcelada por un crimen se suicida tras declararse inocente
El País

9 de mayo de 2002

La reclusa Montserrat Careta Herrea, de 31 años, fue encontrada muerta ayer en la cárcel de mujeres de Wad-Ras, donde había ingresado acusada de la muerte de la bibliotecaria de Sentmenat Helena Jubany Lorente. La mujer, que fue hallada en un lavabo de la prisión, dejó una nota en la que asegura que es inocente del homicidio que se le atribuye y por el que fue detenida una segunda persona, Ana E. R., de 32 años, que también está ingresada en Wad-Ras.

Careta fue detenida el pasado 12 de febrero como presunta autora de la muerte de Helena Jubany, cuyo cadáver fue hallado en un solar situado en la calle de Güell i Ferrer de Sabadell, después de ser presuntamente arrojada desde la terraza de un edificio. El cuerpo de la víctima -desnudo, con quemaduras en diversos puntos del cuerpo y con la cabeza destrozada como consecuencia del impacto contra el suelo- fue localizado el 2 de diciembre a instancias de un vecino de la calle de Calvet d’Estrella. Al día siguiente, el padre de la víctima denunció la desaparición de su hija, de la que no tenía noticia desde el 30 de noviembre, lo que permitió a la policía identificar el cadáver de Jubany. Las primeras pesquisas de la policía apuntaban a que la víctima cayó desde la terraza comunitaria de un inmueble -aunque sus ropas fueron encontradas en otra terraza de uno de los bloques de la calle de Calvet d’Estrella- y a que las quemaduras fueron causadas supuestamente antes de ser arrojada.

Cerco policial
El interrogatorio de los familiares de la víctima, de su entorno laboral, de sus amistades y de los vecinos del inmueble frente al que fue hallada, permitió a la policía comprobar que «existía una persona que guardaba una íntima relación entre el lugar donde fue encontrado el cadáver y la propia Helena Jubany Lorente».

Careta tenía su domicilio en el inmueble desde cuya terraza Helena Jubany fue presuntamente arrojada al solar. El pasado 21 de marzo la policía detuvo a una segunda persona relacionada con la muerte de Jubany: Ana E. R.

Un juego de rol, posible móvil del homicidio de una mujer en Sabadell
Judith Vives – El País

4 de octubre de 2002

Helena Jubany, la mujer de 27 años de Mataró (Barcelona) que fue hallada muerta en el patio de un piso en Sabadell en diciembre de 2001, podría haber sido víctima de algún tipo de juego de riesgo o de rol llevado a extremos homicidas. Ésta es la opinión del abogado de los padres y hermanos de la fallecida, que ayer hicieron públicos detalles de la investigación después de que el juez que instruye el caso levantara el secreto del sumario. Hasta ahora se ha imputado a tres personas. Una de ellas apareció ahorcada en la prisión de Wad Ras.

La muerte de Helena Jubany causó un fuerte impacto en la capital del Maresme, donde era bastante conocida en ambientes culturales. Las misteriosas causas que rodearon su muerte -fue hallada desnuda y con quemaduras por todo el cuerpo- hicieron pensar desde el principio que tras el asesinato podría encontrarse algún tipo de rito macabro. El abogado de la familia Jubany, Pep Manté, aventuró la hipótesis del juego de rol y explicó que Helena fue, con toda probabilidad, elegida por los presuntos asesinos para representar, de forma inconsciente, un papel de víctima de una serie de bromas y amenazas llevadas demasiado lejos.

Hasta el momento se ha imputado a tres personas en este caso: Muntsa Careta, que en mayo de este año fue hallada ahorcada en los lavabos de la prisión de Wad Ras, donde se encontraba recluida; Ana Echaguivel y el compañero sentimental de Careta, Santi Laiglesia. Careta, que fue detenida el 12 de febrero pasado, compartía con Laiglesia un piso en el mismo bloque donde fue encontrada muerta Helena Jubany.

En dicha vivienda se encontraron también dos botes de Noctamid, un fármaco que contiene Benzodiapezina, la misma substancia que fue encontrada en el cuerpo de la víctima. El 23 de marzo se detuvo a la segunda imputada, Ana Echaguivel, después de que una prueba de caligrafía demostrase que era la autora de uno de los anónimos que Jubany había recibido las semanas previas a su muerte. Echaguivel fue, posteriormente, puesta en libertad con cargos.

El representante legal de la familia sostiene que en ningún caso la joven sospechó que formaba parte del juego macabro que desembocaría en su muerte. «Helena no sospechaba ni sabía nada. Había comentado que recibía anónimos pero no estaba asustada, sólo intrigada y con curiosidad», ha explicado Manté.

La investigación del caso sigue abierta, ya que todavía faltan por determinar los hechos ocurridos entre las 12.00 del 30 de noviembre y las nueve de la mañana del 2 de diciembre, cuando fue hallado el cadáver. El abogado de la familia no descarta que aparezcan más implicados en este caso.

El asesinato de Helena Jubany
Datos extraídos del libro «Crímenes sin resolver» (Ariel, 2014) de Vicente Garrido y Patricia López, del reportaje televisivo «Expediente abierto» (Antena 3) y de una noticia del diario «El País» del 4 de octubre de 2002.

La desaparición
El jueves 29 de noviembre de 2001, Helena realiza su jornada laboral con normalidad. Al salir, se dirige a una sesión de cuentacuentos que se estaba celebrando en el Centro Cívico de Sant Oleguer, en la calle Sol i Padrís de Sabadell, donde se encuentra y habla con Marta, yéndose a pie por la calle indicada en dirección a Gran Vía, sobre las 22.45 horas.

Ese mismo jueves por la noche, Helena llama por teléfono a su amiga Isabel, con quien hace planes para quedar el sábado por la tarde, y realiza una conexión a Internet desde su ordenador, desde las 23.46 hasta las 00.18 horas. Presumiblemente duerme sola, en su domicilio, como así lo indica la forma en que fue encontrada su cama.

El viernes 30 también utiliza su ordenador, desde las 09.55 a las 10.18 horas. Después habla por teléfono con su amigo Javier (no confundir con Xavi, de la Unión de Excursionistas de Sabadell), a las 11.03 horas, y realiza una llamada de un segundo de duración a un matrimonio de Sant Feliu, a las 11.28 horas.

La hora de la desaparición se fija entre las 11.30 y las 15.00 horas, cuando Helena tenía que entrar a trabajar en la Biblioteca Pública de Sentmenat.

Debido a esta ausencia en el trabajo, Nuria Ribas, la directora de la biblioteca, la llama a casa por si se hubiera encontrado mal, pero nadie contesta al teléfono.

Al día siguiente, sábado, el padre de Helena llama a la biblioteca para preguntar por su hija, ya que ambos habían quedado para comer en Mataró. Se daba la circunstancia de que, ese día, a Helena le tocaba librar en el trabajo, por lo que la ausencia no resulta, en un principio, preocupante. Sin embargo, cuando vuelve a llamar el lunes para decir que sigue sin dar con ella, se empieza a preocupar.

Así, a las 20.30 del lunes 3 de diciembre, Joan Jubany cruza el umbral de la comisaría de Sabadell para poner la denuncia por la desaparición de su hija.

El hallazgo
A las 04.45 horas del 2 de diciembre de 2001, Alfredo, un vecino de la calle Calvet d’Estrella de Sabadell se despierta asustado al oír un fuerte ruido. No le da mayor importancia y vuelve a conciliar el sueño.

Por la mañana, esta misma persona abre las ventanas del balcón del comedor, se asoma a tomar el aire y ve en el solar de la finca a una mujer desnuda tendida en el suelo. La identidad de la joven se conocerá tras la denuncia efectuada por Joan Jubany el día siguiente. Se trata de Helena Jubany Lorente, de 27 años.

La ropa de Helena aparece perfectamente doblada en la azotea del edificio 50-52 de la calle Calvet d’Estrella. Sin embargo, en la barandilla de la azotea del número 48, la Policía encuentra restos de cabello de la joven, así como unas cerillas a medio usar.

El cuerpo de Helena no presenta signos de forcejeo, defensa o de posible intervención de terceras personas. De ahí, que la primera hipótesis policial sea la del suicidio. Al parecer, la joven había acabado con su vida arrojándose desde la azotea del número 48 de la calle Calvet d’Estrella.

Toxicología
Aparentemente, los homicidas crearon una escena amañada para hacer creer a la Policía que la víctima se había suicidado. Durante un breve periodo de tiempo ésa fue la hipótesis de la Policía. Sin embargo, todo cambió tras la llegada de los resultados del análisis toxicológico, el 10 de diciembre de 2001.

Según el informe del Instituto Nacional de Toxicología, la víctima había ingerido un cóctel de benzodiacepinas (Lormetazepam, Alprazolam, Midazolam), cafeína y etanol. Todos los fármacos eran sedantes. Los compuestos activos se encontraban en medicamentos como el Trankimazin, Dormicum, Loramet, Noctamid y Aldosomnil.

Con esta cantidad ingerida, treinta y cinco veces superior a la terapéutica, los forenses aseguraban: «La existencia de esta dosis en el momento de la muerte implica que la fallecida debía necesariamente estar en un estado de sueño o coma, por lo que es imposible que realizase el desplazamiento por su pie hasta la terraza que se determinó como origen de la precipitación y realizase el salto.»

Las quemaduras
La autopsia también desvela tres grupos de quemaduras. Éstas se habían hecho con la ropa interior puesta, ya que en la espalda y la zona genital podía apreciarse la silueta de las prendas íntimas.
«Quemaduras ubicadas a nivel de cráneo, tórax y pelvis. A nivel de cráneo se aprecia la existencia de una extensa quemadura en cuero cabelludo que ha discurrido por la base del mismo, habiéndose desprendido los mechones de pelo quemados desde su base, los cuales se corresponden a los mechones encontrados dispersos en la terraza del edificio y en alguno de los balcones de la fachada posterior del mismo. La zona de pelo que no se ha quemado se caracteriza por estar impregnada de sangre, lo cual implica posiblemente que la citada impregnación paró la deflagración y ello significa que la quemadura, al menos craneal se produjo de manera simultánea o inmediatamente anterior a la caída al vacío.

»El segundo grupo de quemaduras son las ubicadas en tórax, las cuales reproducen la forma de un sujetador, relativamente leves a nivel de la cara anterior y más intensas a nivel de los laterales y posterior, desde el costado hasta la escápula de forma bilateral. En la región inferior de la mama izquierda la quemadura, presenta en una superficie de unos 2 cm de diámetro una placa blanca quemada que podría corresponderse con quemadura eléctrica por lo que se toma muestra para su remisión a análisis. El resultado del exámen microscópico, remitido por fax a este Juzgado en fecha de enero de 2002, no es concluyente, describiéndose lesiones térmicas que entendemos como compatibles con lesión eléctrica pero que no excluyen un origen puramente térmico.

»El tercer grupo de quemaduras se presenta en la pelvis, reproduciendo la forma de las bragas. Las quemaduras más intensas se encuentran en la parte inferior de las nalgas, periné y alrededor del orificio anal, el cual presenta dilatación pero no apreciamos lesiones, sino que la citada dilatación es por efecto de la tracción cutánea de la piel quemada […]. Los genitales externos presentan igualmente quemaduras a nivel de los labios mayores, pero no se aprecian lesiones de carácter mecánico-traumático.»

El modus operandi
Según explica el investigador Javier Durán, debido a que las escaleras de acceso a la azotea son estrechas y muy empinadas, o bien una persona muy fuerte, o entre varios, subieron el cuerpo de Helena. Ya en la azotea, pusieron el cuerpo en el suelo y trataron de enmascarar la identidad del mismo quemándolo.

Las ropas de Helena aparecieron perfectamente dobladas en la azotea del edificio contiguo. Las dos terrazas están separadas por un muro fácilmente franqueable.

Javier Durán explica que existe la posibilidad de que los asesinos trataran en un primer momento de lanzar el cuerpo de Helena por la terraza en la que apareció la ropa. La hipótesis planteada por el investigador sugiere que, antes de que los criminales pudieran llevar a cabo la acción desde este lugar, sucedió algo inesperado.

Durán señala que en el sumario aparecen las declaraciones de unos vecinos que afirmaron haber oído un fuerte ruido a altas horas de la noche del 2 de diciembre, y que este ruido coincidió, al poco tiempo, con la llegada de su hija al domicilio. De esta manera, los investigadores creen que la llegada de esta vecina pudo precipitar los acontecimientos.

El psicólogo y criminólogo Vicente Garrido considera que «existe un elemento femenino en la escena del crimen». La ropa doblada y el uso de las drogas es una muestra de ello, ya que «las mujeres clásicamente utilizan drogas o venenos a la hora de cometer sus delitos». Sin embargo, «ese elemento femenino contrasta de una forma muy fuerte con la propia acción criminal final». Que Helena Jubany fuera arrojada al vacío, evidencia un «acto masculino».

Los anónimos
Joan Jubany entrega a la Policía dos mensajes anónimos que su hija había recibido antes de su muerte. Estos mensajes fueron entregados al padre de Helena por un amigo de ésta. Según comentó, la joven se los había dado para que intentara hacer un estudio caligráfico de los mismos.
En septiembre de 2001, Helena recibió una carta acompañada de una horchata y unos croissants que no llegó a tomar. El mensaje decía: «Hemos pasado por aquí, esperamos que te guste y que te lo comas todo. Ya nos veremos. Hasta pronto.»

En el siguiente, enviado el 9 de octubre, los misteriosos remitentes reiteraban: «A ver si te lo comes todo, pórtate bien, no nos hagas un feo, es seguro que te vas a reír mucho. A la tercera ya nos invitarás tú. A ver si nos vemos otra vez en alguna excursión de la UES. Hasta pronto». El mensaje iba acompañado de un bote de zumo de melocotón y unas pastas.

Tras este segundo envío, Helena, posiblemente creyendo que se trataba de un juego inofensivo, bebe del bote de zumo. Durante su jornada laboral en la Biblioteca Pública de Sentmenat comienza a marearse, por lo que llama a un amigo que vive con su pareja en Sant Feliu para que vaya a buscarla.

 Helena, al llegar a esta casa, cae en un profundo sueño.
La joven decide encargar el análisis del contenido del zumo a un doctor de Barcelona. El resultado revela que la bebida contenía benzodiacepinas, principio activo de muchos somníferos, que explicaban por qué se había mareado y sumido en un profundo sueño.

Una amiga de Helena, Isabel, comentó que la víctima sospechaba de una persona de la UES, Xavi, porque «iba detrás de ella», se había vuelto muy «pesado» y Helena lo había mandado a «paseo». Una vez salieron a cenar con Xavi y otro excursionista, Jaume, y Helena pidió una horchata. Como el primer paquete anónimo incluía esa bebida, pensó que podía ser él «el bromista».
La pista de la Unión de Excursionistas de Sabadell (UES)
Isabel, la amiga de Helena, también proporciona a la Policía un listado con los integrantes de la UES y un nombre les llama la atención: Montserrat Careta.
Montserrat vivía en el número 48 de la calle Calvet d’Estrella, el lugar donde había sido hallado el cuerpo de Helena.

Isabel cuenta a la Policía que Montserrat y Helena tenían muy buena relación, aunque se limitaba al centro excursionista.

Montserrat tenía una relación sentimental con Santiago Laiglesia, integrante de la UES. Según la declaración de los vecinos, vivían juntos en el número 48 de la calle Calvet d’Estrella.
Según Isabel, la única persona con la que Helena había tenido un problema era con Ana Echaguivel, también integrante de la UES. Más o menos en julio de 2001, se produjo una fuerte discusión y Helena rompió con ella de una forma «traumática». Al parecer, Ana controlaba a Helena, la llegaba a telefonear 15 veces al día, y su amiga se había cansado y cortado en seco la relación.

Montserrat Careta
Ante la Policía, Montserrat intenta desvincularse desde un principio de Helena. Dice que la conocía, ya que las dos pertenecían a la Sección Natura de la Unión de Excursionistas de Sabadell, pero, según ella, nunca habían quedado para hacer nada fuera de ese ámbito.

Manifiesta que la última vez que supo algo de ella fue el jueves 29 de noviembre, alrededor de las 19.00 horas, cuando llamó a Helena por teléfono a la biblioteca contestando a un mensaje que ésta le había dejado en el contestador de su domicilio el miércoles, día 28. En la conversación, la fallecida le preguntó si residía cerca del Centro Cívico Sant Oleguer, donde ella iba a ir a una sesión de cuentacuentos. Monserrat le contestó que sí, que en la calle Calvet d’Estrella, pero afirma a los policías que no llegó a decirle el número del portal. Al parecer, Helena le propuso que la acompañara, pero ella no podía porque había quedado con su novio.

El jueves 29 de noviembre se reciben en el domicilio de Helena dos llamadas telefónicas procedentes del teléfono del colegio La Roureda, lugar donde Montserrat ejercía su profesión como maestra. La Policía no pudo constatar que existiera otra persona en ese lugar que conociera o tuviera algún tipo de relación con la fallecida.

En su declaración policial, Montserrat recuerda que el 30 de noviembre de 2001 fue a ver un partido de fútbol del Sabadell, en el Estadio de la Nova Creu Alta, quedando con Santiago a las 19.00 horas. Que después, como salieron tarde, se quedaron a dormir en casa de Santiago, que vivía con sus padres, ya que por la mañana (sábado) tenían que salir muy temprano para ir a una excursión de la UES.
Preguntada si fue a trabajar el viernes, 30 de noviembre, al colegio La Roureda, comienza a dudar; sabe que había faltado un viernes a clase, pero no recuerda si fue el viernes, día 23, o el 30 de noviembre.

Montserrat señala que el día de la excursión, 1 de diciembre, Santiago y ella salieron sobre las 08.00 de la mañana y regresaron sobre las 21.00 horas. Estaban muy cansados y se fue sola a su domicilio. No tuvo noticias de Helena ni tampoco sospechaba que estuviera por la zona de su vivienda.
La Policía pide al Juzgado de Instrucción número 3 de Sabadell que solicite al director del colegio La Roureda la confirmación de cuándo faltó al trabajo su empleada. Posteriormente, Montserrat se pone en contacto con los agentes para confirmarles que había sido el día 30, y que se había dado cuenta cuando su jefe le pidió que rellenara el parte de inasistencia.

Los investigadores se entrevistan con varios empleados del colegio La Roureda. El director les confirma que Montserrat había ido a trabajar por la mañana del día 30 de noviembre, pero no por la tarde. Por su parte, el jefe de estudios afirma que la profesora lo había llamado entre las 14.30 y las 15.00 horas de ese día para decirle que se había tenido que ir a Manresa, por problemas familiares, por lo que no podría acudir a trabajar. Posteriormente, cuando el director del centro preguntó a Montserrat por esa tarde, ésta le contestó que había mentido al jefe de estudios; que en realidad se encontraba mal porque le había venido la menstruación y se había quedado en casa.

Santiago Laiglesia
Al igual que Montserrat, Santiago reitera que tenían poca relación con la fallecida. Recuerda perfectamente que, al salir de su despacho de abogado el viernes, 30 de noviembre, sobre las 19.00 horas, va a casa de su novia a preparar unos bocadillos para la excursión del día siguiente.
Asegura que por la noche se marchó a su domicilio a dormir y a la mañana siguiente, sobre las 06.45, fue con su vehículo a recoger a Montserrat a su casa, para posteriormente dirigirse a la Plaza Marcet de Sabadell, donde habían quedado con el resto de los excursionistas.

Posteriormente, Santiago se vuelve a poner en contacto con los agentes para informarles de que, en realidad, cuando salieron del estudio, aproximadamente sobre las 21.00 horas del 30 de noviembre, se dirigieron a casa de Montserrat, donde recogieron los efectos que necesitaban para la excursión, dirigiéndose después a casa del dicente, donde pasaron la noche.

Ana Echaguivel
En su declaración, Ana señala que la última vez que estuvo con Helena había sido en julio en una sesión de lectura de cuentos. Afirma que a partir de ese momento dejaron de hablarse, «posiblemente por algún pequeño pique sin importancia.»
En su declaración, Ana no hace mención a las 15 llamadas diarias; dato facilitado por Isabel, la amiga de Helena.

El análisis de los anónimos
Los anónimos recibidos fueron diseccionados por los peritos de la Policía. Estos analizaron la escritura de las cartas y la cotejaron con la de las fichas de los jóvenes excursionistas, amigos de Helena.

Los peritos Jordi Prat y Pilar Guerra aseguraron que el segundo anónimo había sido confeccionado por «dos personas» utilizando «utensilios distintos», de manera que una escribió la parte central del mencionado anónimo, cuya escritura se correspondía con la del primer mensaje, y después «otra persona con otro útil» escribió en la parte superior e inferior del mismo.
Los peritos identificaron a la persona que había añadido texto a este segundo anónimo como una de las sospechosas, Ana Echaguivel, y a la persona que había escrito el resto y el primero como Montserrat Careta.

Las detenciones
El 12 de febrero de 2002, los agentes de la Policía Nacional detienen a Montserrat a las 13.40 horas mientras camina por la calle Calvet d’Estrella. Ese mismo día, a las 17.40, los policías también arrestan a Ana en el rellano de su casa.
En el domicilio de Montserrat se recogen una caja de Noctamid vacía y otra entera. Una tenía el código de barras y el precio, que habitualmente se elimina en las farmacias al comprarla con una receta de la Seguridad Social. Es decir, ese medicamento se había conseguido por otra vía que no era la prescripción facultativa de su médico de la sanidad pública.

La Policía también encuentra cajas de cerillas vacías o con pocos fósforos y agendas y hojas escritas por Montserrat, similares a los anónimos, que servirían para un nuevo análisis caligráfico.
Tras las detenciones de Montserrat y Ana se descubre algo más: el novio de Montserrat también tenía acceso al Noctamid porque su madre lo utilizaba.
Santiago Laiglesia llegó a estar imputado, pero no entró en la cárcel. El juez no vio indicios suficientes para llevarle a juicio.

Montserrat estuvo tres meses interna en el centro penitenciario de Wad-Ras (Barcelona), antes de poner fin a su vida. La maestra eligió para suicidarse el mismo día que años atrás se quitó la vida su hermano.

Posteriormente, Ana Echaguivel fue puesta en libertad con cargos.
Otros datos
El vehículo de Helena apareció aparcado muy cerca del edificio donde se encontró su cuerpo, el 2 de diciembre de 2001.
Los investigadores creen que la joven se marchó voluntariamente de su domicilio, ya que no se encontró ninguna pista en este lugar que hiciera pensar lo contrario.
Helena Jubany estuvo 48 horas retenida. Lo que ocurrió durante la mayor parte de ese tiempo es un auténtico enigma.
CASO PENDIENTE

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miércoles, 12 de junio de 2019

La desaparición de CRISTINA BERGUA
Clasificación: Crimen sin resolver
Características: Desaparición forzada - El suceso acaeció después de que la víctima acudiera a una cita con su novio, Javier Román, de 26 años, quien se convirtió en el sospechoso principal de la investigación
Número de víctimas: 1
Fecha del crimen: 9 de marzo de 1997
Perfil de la víctima: Cristina Bergua Vera, de 16 años
Lugar: Cornellà de Llobregat, Barcelona, España
Estado: El cuerpo de la joven continúa en paradero desconocido.







La policía busca en el vertedero del Garraf a la joven de Cornellà desaparecida
Manel Torres – El País

23 de abril de 1998

La familia de Cristina Bergua Vera, la joven de Cornellà que desapareció hace 13 meses sin dejar rastro, vive desde ayer con el corazón en un puño esperando un desenlace fatal. Los padres de la joven conocieron por los medios de comunicación que la policía está inspeccionando el vertedero del Garraf desde hace unos días ante la posibilidad de que el cuerpo de su hija se encuentre sepultado entre las toneladas de residuos que se acumulan en el basurero metropolitano.

La llamada de una emisora de radio a primera hora de la mañana de ayer, después de que La Vanguardia adelantara la noticia de la búsqueda de la joven en el vertedero, sorprendió a los padres de Cristina, que cuando desapareció tenía con 16 años. La posibilidad de encontrar muerta a su hija era una hipótesis que los padres de la joven se habían acostumbrado a tener en cuenta. «Siempre he tenido en la mente que mi hija no había marchado voluntariamente de casa», aseguró el padre, Juan Manuel Bergua.

La juez que instruye el caso, María Sanahuja, ordenó el registro del vertedero del Garraf después de que otras actuaciones, como el rastreo de los colectores de Cornellà y el peinado de las márgenes del río Llobregat, no dieran resultado.

El registro del vertedero es sumamente complejo. En el Garraf se depositan diariamente cerca de tres millones de kilos de basura procedente de Barcelona y los municipios de su área metropolitana: algo más de un millón de toneladas han ido a parar al vertedero desde la desaparición de la joven.

La zona que está siendo registrada ocupa 100 metros cuadrados y es aquella en la que se fue depositando la basura en los días posteriores a la desaparición de Cristina Bergua. Esto es posible porque el Ayuntamiento de Barcelona, propietario de la instalación, dispone de unos mapas que reflejan las fechas de depósito de basuras en cada lugar.

La actuación es delicada, además, porque los gases que produce la fermentación de la basura son muy tóxicos y afectan a los operarios que criban los residuos.

La actuación policial vuelve a situar al novio de Cristina, Javier Román, de 26 años, en el centro de todas las miradas. Pese a que Román ha sido interrogado en varias ocasiones y ha incurrido en contradicción, nadie ha podido señalarle como responsable de la desaparición.

La familia de Cristina nunca ha llegado a acusarle, pero sí ha mostrado su enojo por la reacción del joven, que desde el primer día se apartó de la tarea de buscar a la muchacha. Para la policía, sigue siendo el principal sospechoso.

Román, que fue la última persona que vio a Cristina antes de su desaparición, aseguró que ésta se despidió de él alegando que iba a cenar con unos familiares. Los padres de la joven han negado la existencia de la cita y algunas de sus amigas han asegurado que aquel día la chica tenía intención de romper con Román. A las nueve de la noche se separaron en una zona de ocio. El calendario marcaba el 9 de marzo de 1997 y para su familia el tiempo se detuvo en esa fecha.

Un juez reanuda con los Mossos la búsqueda de Cristina Bergua
Albert Bertran – Elperiodico.com

28 de enero de 2008

Un juez de Cornellà ha reabierto la investigación sobre la desaparición de la joven Cristina Bergua y ha encargado el caso a los Mossos d’Esquadra. La recién creada unidad central de desaparecidos ha asumido la búsqueda de la joven, que se esfumó el 9 de marzo de 1997, después de pasar la tarde con el que pronto hará 11 años era su novio.

A Luisa y a Juan, los padres de Cristina, ya pocas cosas le devuelven la sonrisa, pero nunca han perdido una esperanza que estos días anda renovada. En los últimos años, el padre no ha dejado de enviar escritos al juzgado de Cornellà solicitando una reapertura de la investigación, pidiendo que el caso no muriera en el olvido hasta que ellos no sepan, porque lo necesitan para poder empezar a descansar, qué ha pasado con Cristina. Los argumentos que Juan ha ido dando a los jueces han sido varios. El último fue que se volviera a tomar declaración a las amigas de Cristina, ya que hace 11 años eran menores de edad y quizá no contaron todo lo que sabían por temor o porque fueron presionadas.

Finalmente, el pasado diciembre un juez reabrió el caso, que llevaba varios años sobreseído de forma provisional, y encargó a los Mossos d’Esquadra hacerse con la investigación. Juan, el padre de Cristina, se enteró de las novedades sobre la caso de su hija el miércoles pasado durante una reunión que mantuvo en el complejo policial que los Mossos tienen en Sabadell a la que asistió junto a Manuel Jaime Lorente, como representantes de Inter-Sos, la agrupación de familiares de desaparecidos.

Una inspectora al mando
La cita sirvió para que los mandos de la División de Investigación Criminal presentaran a la asociación la nueva unidad policial que dirigirá la inspectora Marta Fernández. «Salí muy contento. Primero, porque la creación de esta unidad policial es una vieja reivindicación de los familiares que, por fin, se materializa. Segundo, por la seguridad, las ganas y la confianza que nos transmitieron los Mossos y, por supuesto, por la alegría de saber que revisarán el caso de Cristina», explicó ayer el padre.

El afán de los padres de Cristina, que durante estos 10 largos años se han desvivido para que la búsqueda no cesara y para que la fotografía de su hija se clavara en la memoria de todo el mundo, proporcionó a este caso mucha cercanía con la gente.



Los que la buscaron entonces se implicaron de una manera muy especial, como siempre han reconocido los padres. La entonces titular del juzgado número 3 Cornellà, actual decana de los juzgados de Barcelona, Maria Sanahuja, dirigió la investigación que realizó el Cuerpo Nacional de Policía (CNP) y suya fue la decisión de inspeccionar el vertedero del Garraf en busca del cadáver de la joven. El recuerdo del caso emocionó visiblemente ayer a la decana, que felicitó al juez por su decisión reabriendo el caso: «Ojalá los Mossos encuentren ahora algo que nosotros no supimos ver, ojalá».

Adivinos y un vertedero
Elperiodico.com

28 de enero de 2008

El novio
Javier Román, de 26 años, era novio de Cristina desde hacía tres, cuando desapareció. Al parecer, él fue la última persona en verla. Las amigas de la joven explicaron que Cristina estaba muy agobiada y quería dejar la relación. El 9 de marzo de 1997, domingo, la pareja pasó la tarde en casa del joven y él aseguró que la acompañó hasta un semáforo porque ella tenía una cena familiar y no la vio mal.

Román siempre estuvo en el punto de mira de los investigadores. Incurrió en ligeras contradicciones en sus declaraciones, pero no las suficientes para imputarlo. Incluso en una ocasión acudió a un plató de televisión, donde se comportó frío y seguro. La policía analizó lo que leía, las películas y programas que veía y escuchó con estupefacción cómo hablaba con una amiga sobre cadáveres. Pero nunca pudieron detenerlo.

El vertedero
Casi un año después de la desaparición, la entonces titular del juzgado número 3 de Cornellà, Maria Sanahuja, decidió registrar el vertedero del Garraf en busca de Cristina. La decisión se concretó tras recibir un anónimo en el que se recomendaba mirar en las basuras. En Garraf se depositaban diariamente dos millones y medio de kilos de basura. El registro duró tres meses, pero fue imposible llegar hasta el tramo concreto en el que estaban las basuras de aquella semana procedentes de Cornellà.

Los videntes
Desde entonces, la familia Bergua se gastó dinero, mucho dinero, en videntes, adivinos y detectives que no llegaron a nada. Un vidente, incluso, aseguró haber encontrado los huesos de la joven.

Dos rastros paralelos que se pierden en la basura
Eva Belmonte – Elmundo.es

18 de marzo de 2009

Los paralelismos son evidentes, hasta para el padre de Cristina Bergua, desaparecida hace 12 años en Cornellà de Llobregat. Y más ahora que, como en el caso de Cristina, la búsqueda del cuerpo de Marta del Castillo se concentra en los vertederos de Sevilla y olvida el cauce del Guadalquivir, peinado por la policía durante semanas.

La historia de Cristina Bergua empieza el 9 de marzo de 1997, cuando salió con sus amigos y, de vuelta a casa, se perdió su rastro. Su entonces novio, que declaró durante la investigación haberla acompañado hasta la mitad del camino, fue la última persona que la vio. Estaba a punto de cumplir 17 años, los mismos que tiene Marta del Castillo.


Tras recibir una llamada anónima, que alertaba de la posibilidad de que el cuerpo de Cristina estuviera en un contenedor, las miradas de los investigadores se dirigieron al vertedero del Garraf, donde van a parar los residuos de diversas poblaciones de la zona. «Nososotros [Nosotros] no sabíamos ni que la buscaban en el vertedero», relata el padre de Cristina doce años después, «porque el caso estuvo casi un año bajo secreto de sumario».

La primera búsqueda de Cristina en el vertedero duró 30 días, explica, hasta que unos problemas con la empresa que gestionaba los residuos la pararon. Más tarde se reanudó y volvieron a trabajar otro mes. Esos retrasos en la búsqueda hacen dudar a Juan, que cree que el cuerpo podría haber estado allí pese a que la policía no encontró ninguna pista.

«Me he acordado mucho estos días de mi hija, sobre todo desde que se sabe que el cuerpo de Marta podría haber sido arrojado a un contenedor», admite Juan Bergua, que también encuentra diferencias entre ambos casos: «Unos ocho policías voluntarios se sumaron a la búsqueda de Cristina entonces, ahora con Marta son más de 200».

La investigación de la desaparición de Cristina Bergua se cerró en 1999, poco después de que la joven cumpliera la mayoría de edad y el caso cambiara de juzgado. Pese a que en enero de 2008 Juan Bergua fue invitado a la presentación de la Unidad Central de Desaparecidos de los Mossos d’Esquadra, asegura que la investigación «nunca se reanudó».

Tras enviar cartas a jueces, realizar actos de protesta y reclamar por activa y por pasiva que se abriera el caso de su hija, la respuesta de la justicia fue, tal y como lo relata Juan: «Se buscó durante dos años. Se hizo un buen trabajo. Si encontramos nuevas pistas reabriremos el caso». «Pero, si los Mossos no investigan, no encontrarán nuevas pistas», responde Juan.

Cristina Bergua, un trauma que no se cierra
Crimenycriminologo.com

22 de marzo de 2012

La familia Bergua Vera lleva ya más de 15 años luchando cada día como si fuese el primero para conseguir saber qué ocurrió con su hija. Luchando por lograr que la desaparición de Cristina no caiga en el olvido. Recordando cada día como Cristina Bergua desapareció en Cornellá de Llobregat (Barcelona) un día, que con el paso del tiempo ha acabado por convertirse en el día nacional de los desaparecidos sin causa aparente, un domingo, el 9 de marzo de 1997.

Cristina salió por la tarde de su casa para encontrarse con su novio, Javier Román, de 26 años de edad. A las nueve de la noche, Cristina decidió volver a su casa y su pareja la acompañó hasta la mitad del camino, despidiéndose de ella en un semáforo en la carretera que va de Esplugues a Cornellà. La joven nunca llegaría a su destino. Cristina desaparecería sin dejar rastro y desde entonces su familia comenzaría una búsqueda incansable que aún hoy continúa.

Pocos meses después de la desaparición, una llamada anónima indicaba que el cuerpo de la joven podía estar en un contenedor, por lo que se inició el registro e inspección del vertedero del Garraf, donde se depositan diariamente dos millones y medio de kilos de basura procedentes de Barcelona y su área metropolitana. Los investigadores no encontraron allí ninguna pista o vestigio de Cristina.

La investigación de Cristina Bergua se cerraría en 1999 y el caso cambiara de juzgado. En 2008 un juez de Cornellà autorizó a reabrir el caso en vista de los nuevos avances técnicos y se le encargó la labor a la unidad central de desaparecidos de los Mossos d’Esquadra. Sin embargo, realmente la investigación «nunca se reanudó», según indicó por aquel entonces el padre de la menor a algunos medios.

Los medios de comunicación han comentado mucho las similitudes entre la desaparición de Cristina y el trágico suceso de Marta del Castillo. Una vez más, ante una desaparición, las dudas nos invaden ¿Quién realizó la llamada anónima indicando que el cuerpo de Cristina podría estar en un contenedor?, ¿Por qué su novio no la llevó hasta la puerta de su casa?, ¿Se investigó a fondo a su novio?, ya que la prensa indicaba que para la policía era el principal sospechoso y más aún teniendo en cuenta que las amigas de Cristina desvelaban que tenía previsto romper con él aquel lejano 9 de marzo de 1997.

Una nueva desaparición sin resolver pasa por este rincón de los desaparecidos. Nuevas preguntas sin respuestas. Nueva investigación cerrada a la espera de nuevas pistas que nunca llegan. Una nueva desaparecida que no pertenece al mundo de los vivos ni de los muertos. Otra familia que está condenada a debatirse entre la esperanza de que algún día aparezca su querida Cristina y la desesperanza más honda. «Un trauma que no se cierra», tal y como dijo la psicóloga Flor Bellver a la prensa.

Luisa Vera: «Las familias se quedan deshechas, rotas, y las casas, vacías, esperando»
Arantza Rodríguez – Deia.com

17 de octubre de 2014

«Yaya, ¿la has encontrado?», le pregunta su nieta si algún día va a la tele. Qué más quisiera Luisa, tras 17 años sin saber de su hija, pero por más que duela, la respuesta sigue siendo que no.

Desde que su hija, Cristina Bergua, desapareció en Barcelona a los 16 años, su madre, Luisa Vera, vive -porque no le queda otra- con el corazón encogido. «El día a día es muy difícil, pero que muy, muy difícil», recalca. Y eso que han pasado ya 17 años. Fundadora y secretaria de la Asociación de familiares de personas desaparecidas sin causa aparente, Inter-SOS, relata la angustiosa espera en la que quedan atrapados los padres.

¿La desaparición de un hijo es más difícil de superar que su muerte?

-Si es una muerte, ya sabes lo que ha pasado y a dónde ir a poner flores, pero una desaparición no se cierra nunca. Pienso que es peor por la incertidumbre del no saber.

Con el paso de los años, ¿aprende uno a convivir con ello?

-Es como el primer día. Siempre estás pensando qué pudo pasar. No se te va de la cabeza. Da igual que hayan pasado ocho meses que ocho años. Es un sinvivir. Lo que pasa es que tienes que seguir viviendo, no te queda otro remedio.

¿Cómo se afrontan los primeros momentos tras la desaparición?

-Los primeros momentos no piensas que se pueda quedar un caso sin resolver tantos años, piensas que en dos o tres meses sabrás lo que sea, después dices: Ya mismo me dirán algo. Eso te va tirando para adelante, esperando la noticia…

Y cuando la noticia no llega ¿quedan sumidos en una depresión?



-Depresión, impotencia… Te quedas vacío, haces las cosas por inercia, por obligación, no porque tengas ganas. Las familias se quedan rotas, deshechas, y las casas se quedan vacías, esperando. Es como una ruleta que abarca a todos: padres, hermanos… En mi caso, aquí no hay santos ni navidad. No te apetece estar con la gente porque, para empezar a llorar y poner mal a los demás, prefieres quedarte en casa sola y que pasen los días.

¿La angustia no se mitiga?

-Nos preguntamos cómo el cuerpo aguanta tantas cosas. Se te pone el corazón encogido y no hay manera de poder respirar tranquilo.

¿Nunca pierden la esperanza?

-Muchas veces piensas: Me moriré y no sabré qué ha pasado con mi hija. Luego tienes como una fuerza y piensas: Igual algún día sí que lo averiguo, pero no porque te lo creas.

¿Se autoengañan para sobrevivir?

-Claro. La esperanza es lo último que se pierde, pero porque tú te agarras a un clavo ardiendo y tiras para adelante. Pero es muy difícil.

¿Tiene más hijos?

-Uno, y dos nietos, que hablan de su tía, porque aquí no es un tema tabú. Mi nieta habla: la tita aquí o allí, voy a la habitación de la tita…

¿La mantiene tal y como la dejó?

-He hecho un sitio en el armario para la ropa de mi nieta, pero la habitación está igual. Mi hija, con 16 años, ahora ya es una mujer, y aún tengo sus muñecas allí puestas. Pero no como un altar o un relicario, sino para que vea, si un día tuviéramos esa suerte, que todos la estamos esperando.

Habla de ella en presente.

-Mientras no me demuestren que está muerta, también puedo pensar que está viva, porque a mí también me interesa pensar eso.

Desde que su hija desapareció han cambiado mucho las cosas.

-Cuando empezamos a reunirnos y a ir al Parlamento, se quedaban los políticos con la boca abierta. Ahora ya saben que hay este problema y que pasa en todos los sitios y clases sociales. Salen y nunca más sabes qué ha podido pasar.

¿Se suelen resolver estos casos?

-Como son desapariciones sin motivo aparente, los que se han encontrado han sido fallecidos, aparte de dos o tres, que han dado señales de vida. También hay personas mayores que se han desorientado, se han sentado en algún sitio, ha ido creciendo la hierba y se han encontrado al cabo de ocho o diez años.

En el Estado hay decenas de cadáveres sin identificar.

-Con esto de que no hay dinero, cada vez hay más. Podían intentar hacer, aunque sea con los estudiantes que acaban la carrera, unas prácticas supervisadas por los forenses para ver si esto se mueve. Es un trabajo pendiente que la Policía tiene que intentar hacer.

A veces son los padres los que tratan de buscar nuevas pistas para impulsar la investigación.

-Para las familias nunca es bastante. La Policía hace su trabajo y, cuando ya no tiene pistas, para. La familia hace de todo. Nosotros contratamos a un detective, pero al final tienes que dejarlo porque hace lo mismo que la Policía y te cobra muchísimo. Como no sea una familia muy pudiente, es muy difícil.

Cuando se da por cerrado el caso, poco pueden hacer ¿no?

-Poca cosa. Si escuchas algún comentario o alguien llama, vas y te lo miran, pero si en los primeros meses no hay algo, después ya es muy difícil poder saber.

¿De qué manera ayudan las muestras de apoyo de la ciudadanía?

-La familia se siente más reconfortada. Ves que la gente está contigo y también quiere saber lo que ha pasado. La gente es solidaria. Lo que pasa es que son casos muy difíciles, pero para la familia está muy bien que en el pueblo les apoyen.

¿Qué aconsejaría hacer a los padres de otros desaparecidos?

-Hacer lo que sea menos estarse quieto porque entonces parece como si no te importara. Las familias tienen que intentar que el caso no se olvide. Hay que seguir luchando para saber qué ha pasado con tu hijo, para bien o para mal.

Carta de los padres de Cristina Bergua
Luisa Vera Martínez – Elfar.cat

9 de marzo de 2015

«¿Pitu, vas a salir?» «Si mamá, ahora me ducho y me marcharé». «Papá y yo nos vamos a dar un paseo». «Adiós cariño, nos vemos luego».

Éstas fueron las ultimas palabras que mantuve con mi hija y también la última vez que la vimos. Han pasado 6.574 días. 18 años… 18 años de impotencia, de angustia… 18 años sin saber nada de nuestra hija. Muchas personas nos preguntan cómo se puede vivir tantísimos años sin saber nada de su paradero. La verdad, no tenemos respuestas, sólo se vive.

La incertidumbre es muchísimo peor que la muerte. Cuando tienes un hermano, hijo o padre que se muere sabes donde ir a ponerle flores. Nosotros llevamos 18 años buscando a nuestra hija y no sabemos si desde el primer día nos la asesinaron.

El 9 de marzo de 1997, Cristina quedó con el chico que la acompañaba. Según le había dicho a unas amigas, iba a dejarle. Javier Román aseguró que la acompañó un rato hasta la puerta de su prima, pero Cristina, de 16 años, nunca llegó a casa.

Sus padres, su hermano, sus familiares y amigos, empapelamos media España de carteles (más de 300.000), recurrimos a policía, prensa y utilizamos todos los instrumentos que teníamos a nuestro alcance.

La juez instructora María Sanahuja siguió una pista anónima que señalaba que el cadáver habría sido arrojado a un vertedero de basuras. Alguien filtró que la búsqueda en el vertedero tenía un alto coste (50 millones de pesetas), vulnerando el secreto de actuación.

Estoy segura de que si se hubiera tratado de la hija de alguno de ellos no les habría importado pedir que se destinaran 500. Pero era la hija de unos padres modestos y la Generalitat de Catalunya quiso hacer constar la diferencia. Alguien presionó para que parásemos.

Mi marido y yo, junto con otras familias con familiares desaparecidos canalizamos nuestras energías creando Inter-SOS, agrupación de familiares de desaparecidos que lleva 18 años de lucha intentando saber qué le pudo suceder a Cristina y también a todos los desaparecidos de España. Seguiremos trabajando para saber del paradero de nuestra hija, porque necesitamos saber para poder descansar.

Queremos dar nuestro profundo agradecimiento a todos los cuerpos y fuerzas de seguridad, tanto a nivel nacional, autonómico, como local, que trabajan incansablemente con los escasos medios que a veces disponen pero que siempre están ahí. Nosotros estamos convencidos que son la mejor policía del mundo. Gracias también al pueblo de Cornellà, a sus gentes y a tantas y tantas personas que después de tantos años nos siguen preguntando si tenemos noticias de Cristina.

A los ayuntamientos de El Prat y Cornellá que siempre nos apoyan en todo momento y que sin su ayuda no podríamos celebrar el acto de homenaje a las personas desaparecidas que celebramos cada año.

Y a los medios de comunicación, que son la plataforma más importante para dar a conocer las desapariciones de nuestros seres queridos.

En definitiva, gracias a todas las personas que de una forma o de otra se han preocupado por el paradero de nuestra hija. Un abrazo de corazón para todos vosotros.

Cristina Bergua, caso abierto
Mayka Navarro – Lavanguardia.com

11 de octubre de 2015 – Actualizado: 12 de octubre de 2015

«Cuando Cristina vuelva, si quiere, que quite los peluches y las muñecas». La pequeña habitación enmudece y un escalofrío recorre la estancia hasta oscurecer. Han pasado más de 18 años y casi sin darse cuenta, Juan Bergua y Luisa Vera aún esperan que su hija Cristina aparezca. Saben que no. Pero en muy en el fondo, mientras nadie les demuestre lo contrario, ellos la esperan.

Luisa está sentada sobre la cama de la habitación que siempre será de Cristina, y acaricia con ternura sus cosas. Su guitarra, que la joven empezaba a tocar cuando desapareció, sus castañuelas, la muñeca de la comunión, los peluches… El cuarto sigue igual que como ella lo dejó aquel 9 de marzo de 1997, cuando fue a casa de su novio, Javier Román, para dejarle.

Con 1.500 pesetas y el DNI en el bolsillo, la joven, que aquella Semana Santa iba a cumplir 17 años, no regresó aquella noche a la casa de sus padres en Cornellà. «Complexión delgada, 1,60 de estatura, pelo largo de color castaño, ojos marrones y una peca en la frente». Fue la descripción que en aquel momento dieron sus padres. La investigación por su búsqueda sigue hoy abierta.

En febrero pasado, la Unidad Central de Desaparecidos de los Mossos d’Esquadra avivó el caso a partir de un anónimo dirigido a los padres y que recibió la presidenta de la Asociación de Familiares de Personas Desaparecidas, Inter-SOS, Flor Bellver. La misiva, a la que ha tenido acceso La Vanguardia, decía así: «Busquen a Cristina en Gavà, en la riera de Sant Climent y Laguna del Remolar, que hay entre los cámpings antiguos, el Toro Bravo y el Tres Estrellas. Así, de esta manera se acabará este dolor que llevan durante todo este tiempo. Espero que para el próximo aniversario de su desaparición acabe todo lo que nunca tuvo que empezar».

«Se investigó, como se miran absolutamente todos los datos que nos llegan de este caso desde que lo heredamos de la Policía Nacional, en el 2008», explica el inspector de los Mossos d’Esquadra Jordi Domènech. La zona que señalaba el anónimo era extensa y había sufrido varias inundaciones en estos últimos 18 años. Se fotografió el lugar y se buscaron imágenes de entonces para compararlas. Se buscaron pozos y escondrijos. Mientras, otro grupo de investigadores de delitos tecnológicos se dedicó a rehacer el trayecto inverso del e-mail para tratar de identificar al autor.

El anónimo llegó al correo de la web de Inter-SOS, que tiene su servidor en una empresa de Alemania. Un juez de Cornellà autorizó a los Mossos solicitar a los alemanes el ITP del ordenador desde el que se había enviado el mensaje. La solicitud se tramitó a través de Interpol y dos policías alemanes fueron en persona hasta la empresa para recibir la información en mano, porque los requeridos se negaron a enviar los datos por correo electrónico.

Ya con el ITP se iniciaron los trámites para localizar el ordenador. Y se encontró en un locutorio del barrio de la Verneda, en Barcelona, en el número 43 de la calle de Ca n’Oliva. Muy amablemente, el dueño del locutorio, Mohamed Umer, contó a los investigadores que nunca anotaba la identidad de los clientes de su establecimiento, que tampoco tenía cámaras de seguridad, y que era imposible saber quién pudo escribir ese anónimo que envió el 18 de febrero, a las 11.30 horas de la mañana. Además, habían pasado cuatro meses hasta que los trámites permitieron a los Mossos llegar hasta el local.

El correo se envió desde la cuenta popeye20@hotmail.es. «No hemos podido seguir con esta línea de investigación porque ya no ha dado más de si. Pero si el autor de ese mensaje realmente tiene información sobre el paradero de Cristina Bergua o lo que pudo pasar el día de su desaparición es el momento de que lo cuente», pide el sargento Pere Sánchez, responsable de la Unidad Central de Desaparecidos.

Estos días, otra investigación abierta durante 18 años, la del asesinato de Eva Blanco, ha evidenciado con la detención en Francia de su presunto asesino, que los casos no mueren en las carpetas, ni sucumben en el olvido. Los casos siguen abiertos. Y en el suceso de Cristina Bergua, al no haber cadáver, ni sospechoso de su desaparición, no hay tiempo de descuento, ni riesgo de que la responsabilidad penal del responsable prescriba. Aquí no hay cuenta atrás. La única presión es la de la incertidumbre con la que sobreviven sus padres.

Juan Bergua ha pasado estos días un par de jornadas en casa de una hermana en Cuenca y ha regresado a Cornellà con varias cajas de rovellons. Es a Juan a quien la desaparición de Cristina le ha pasado la peor factura. Un día dejó de celebrar las cosas. «Me da todo absolutamente igual», resume. Al principio, se refugió en su mujer y en la asociación Inter-SOS, que fundó y que lideró hasta que hace unos años, por indicación médica, tuvo que dejar . «Ya no era solo la angustia por la desaparición de mi hija. También asumía la incertidumbre y el miedo del resto de familias de desaparecidos. Demasiada carga. No podía más».

Ahora está un poco mejor. Más tranquilo. Se distrae. Tiene más tiempo que dedicar a sus dos nietos, los chiquillos que han devuelto las sonrisas en aquella casa en las que se habla de la tita Cristina como si siguiera entre ellos, pero en la que ni un solo día se ha dejado de llorar. Ni recordar.

Luisa es más fuerte. Y eso que su voz es casi un hilo que se enreda entre las lágrimas en los finales de cada frase. Lleva 18 años contando lo mismo. Y todas las noches, antes de intentar dormir, su cabeza insiste en imaginar qué pudo pasar aquel día. «Me gustaría no hacerlo. Cerrar los ojos un día y dormir sin pensar. Pero no puedo. No saber lo que paso me consume. Necesito saber la verdad para empezar a descansar.»

¿Y a qué conclusión ha llegado? ¿Qué cree usted que pudo pasar aquel fatídico día? «No lo sé. De verdad. No lo sé».

Primero la comisaría de la Policía Nacional de Cornellà y después el grupo de Homicidios de Barcelona realizaron una primera investigación, dirigida por la entonces jueza de instrucción María Sanahuja, que no escatimó en horas y diligencias. En aquella época, la magistrada llegó a autorizar a los investigadores algo que hoy sería inaudito e imposible. Entrar en casa del entonces novio de la joven, Javier Román, y llenar las estancias de micrófonos secretos. Dos meses después de la desaparición, un anónimo dio la pista de que el cadáver había sido arrojado a la basura. La carta tenía matasellos de Cornellà y un inquietante remitente escrito a mano: «Una ayuda». Sanahuja ordenó la búsqueda del cuerpo en el vertedero del Garraf hasta que se filtró el coste del operativo, 50 millones de pesetas de la época.

En el 2008, se autorizó a los Mossos d’Esquadra asumir la investigación atendiendo a las nuevas técnicas policiales que no existían en el momento de la desaparición. Se empezó de cero.

Lo primero que se hizo fue volver a analizar ese anónimo. La intención era identificar a su autor, para comprobar si aquella pista del basurero era certera, y si podía saber más cosas que había callado en todos estos años. La misiva se había escrito a mano. Se tomaron muestras de escritura en el entorno de la víctima para cotejar las letras. Y se encontró un perfil de ADN, sin titular, en los restos de saliva utilizada para pegar el sello. Tampoco condujeron, por el momento, a ningún lugar los fragmentos de una huella dactilar que se recuperó en el sobre de la carta.

Como en el caso de Eva Blanco, las amigas de Cristina Bergua eran menores cuando el mal se cruzó en sus caminos. Se tomaron declaración nuevamente a todas las amistades de la joven. Ya eran treintañeras y pese a las lagunas del paso del tiempo, las declaraciones coincidieron con las que ya hicieron entonces: «Cristina quería dejar a su novio».

Y se le localizó. Tras un tiempo viviendo en la República Dominicana, el joven regresó a España y se trasladó a Zaragoza. Cuando los Mossos quisieron hablar con él cumplía una condena por un delito de tráfico de drogas en una cárcel zaragozana. En uno de los permisos penitenciarios, Javier Román aceptó trasladarse hasta la comisaría de Cornellà y entrevistarse de manera informal con el sargento Pere Sánchez.

Su actitud fue la misma que ya empleó en su día con la Policía Nacional. Colaborar y responder a todas las preguntas que se le formularon. Sereno y frío. Imperturbable. «Dudo que tuviera más de 30 pulsaciones por minuto. No tenemos absolutamente nada contra él. Lo sabe y se siente confiado», describe el sargento.

Se volvieron a recorrer todos los itinerarios que hizo Cristina aquella tarde. Se repasaron las coartadas de todas las personas del entorno de la víctima. Y como le ocurrió en su día a la Policía Nacional los Mossos no encontraron ni una sola línea de investigación más que la que señalaba al novio como principal y único sospechoso. Pero, a pesar de los años, no hallaron ni un solo indicio nuevo para imputarlo.

Ni la Guardia Civil tiró nunca la toalla con Eva Blanco, ni la tiran los Mossos d’Esquadra con Cristina Blanco [Bergua], pese a la complejidad de este caso en el que hay ausencia de cadáver. Ya han habido condenas por asesinato sin cuerpo, y sospechosos encarcelados mientras los investigadores siguen buscando a la víctima. Es el sistema de trabajo de esta Unidad Central de Desaparecidos. «Nosotros no buscamos cadáveres, buscamos indicios de criminalidad», advierte el sargento.

Mientras llega ese día, los padres de Cristina reciben periódicamente las llamadas telefónicas y las visitas del cabo y el agente de los Mossos que integran la oficina permanente de atención a las familias de desaparecidos.

La clave para los investigadores sería encontrar de una vez por todas el cadáver de Cristina Bergua. «Los muertos, por muchos años que pasen, también hablan», sostiene el inspector Jordi Domènech.

Cristina Bergua, un caso prescrito, pero no cerrado
Mayka Navarro – Lavanguardia.com

9 de marzo de 2017

No es verdad que el tiempo amaine la pena. Con el tiempo, la ausencia se sufre de otra manera. Pero sigue el dolor. Qué difíciles son los 9 de marzo en la casa de Cornellà de los Bergua Vera. Hace ya 20 años que Cristina desapareció la tarde que quedó con su novio para dejarle. Policialmente el caso sigue abierto y vivo. Pero desde hoy cualquier responsabilidad penal de los autores de su desaparición habrá prescrito.

Por eso los Mossos d’Esquadra, aprovechando este día quisieron ayer hacer un llamamiento al autor de la última pista que removió la investigación. El 18 de febrero del 2015, a las 11.30 de la mañana, desde un locutorio de la Verneda un usuario usó la cuenta popeye20@hotmail.es para enviar un mensaje a Inter-SOS. «Busquen a Cristina en Gavà, en la riera de Sant Climent y Laguna del Remolar, que hay entre los campings antiguos, el Toro Bravo y el Tres Estrellas. Así, de esta manera se acabará este dolor que llevan durante todo este tiempo. Espero que para el próximo aniversario de su desaparición acabe todo lo que nunca tuvo que empezar».

Y se buscó. Lo recuerda el inspector de los Mossos d’Esquadra, Jordi Domènech, que en el 2008 heredó de la Policía la investigación. Domènech cree que es un buen momento para que el autor del anónimo, o cualquier otra persona con información sobre la desaparición de Cristina, se ponga en contacto con los mossos. «La responsabilidad ha prescrito y es justo que esa familia pueda velar a su hija.»

La zona que señalaba el anónimo era extensa y había sufrido varias inundaciones en los últimos años. Se fotografió el lugar y se buscaron imágenes de entonces para compararlas. Se inspeccionaron pozos y escondrijos. Mientras, los investigadores de delitos tecnológicos se dedicaron a rehacer el trayecto inverso del e-mail para tratar de identificar al autor. La búsqueda terminó en aquel locutorio.

Este jueves, como todos los 9 de marzo desde que en el 2010 se eligió como el Día de las personas desaparecidas sin causa aparente, Juan Bergua, de la mano de Luisa Vera, se concentrarán a las siete de la tarde en la plaza de los Enamorats de Cornellà para homenajear a su hija y a todos los desaparecidos a los que sus familias buscan y esperan.

«Todos los días son malos, pero estos son un poco peor para nosotros», explica el padre, mientras la madre atiende a varios medios de comunicación que han visitado a la familia en su casa por el aniversario de la desaparición. Siempre impresiona entrar en la pequeña habitación de Cristina. Sus peluches, sus muñecas, su guitarra… Cada año que pasa, y ya son 20 sin ella, su presencia se hace más intensa en esa casa en la que los nietos del matrimonio han crecido jugando con las cosas de la
tita Cristina.
CASO PENDIENTE


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